Continuamos con la publicación de las distintas secciones de la revista RITMO disponibles hasta ahora solo en papel, continuando con “Las Musas”, donde las mujeres escriben sobre mujeres, una tribuna libre mensual donde rescatar la figura de compositoras, cantantes, instrumentistas, profesoras, musicólogas, directoras, etc. En esta ocasión publicamos la realizada para la revista de abril de 2020 por Virginia Sánchez Rodríguez.
Ethel Smyth (1858-1944): Una compositora comprometida con la igualdad
Cuando el 23 de abril de 1858 nació Ethel Smyth, el mundo aún no sabía que esa pequeña niña se convertiría en una de las mujeres más activas, musical y socialmente, de la historia.
Ethel Smyth recibió una formación musical completa. Comenzó sus estudios en Londres con Alexander Weing, quien la introdujo en la obra de Wagner y Berlioz, y posteriormente, tras convencer a su padre, continuó su formación en el Conservatorio de Leipzig, época en la que tuvo oportunidad de conocer a las principales figuras del momento, como Grieg, Dvorák, Brahms y Clara Schumann.
Su producción musical no quedó relegada a pequeñas piezas del gusto decimonónico, propias de su ejecución como parte de los entretenimientos de salón habituales de las féminas de clase bien, sino que también abordó composiciones corales (como su Misa en re mayor, de 1889), sinfonías y óperas, siendo The Wreckers (1906) y Fête Galante (1923), los dos ejemplos más representativos de éste último género.
Pero Smyth no solo estuvo interesada en cuestiones artísticas, sino que también le preocuparon los aspectos sociales de su época y, especialmente, los derechos femeninos. Un reflejo de ello se observa el año 1910, fecha en que Ethel Smyth se unió a la Unión Social y Política de Mujeres (Women’s Social and Political Union, WSPU), una organización militante sufragista.
Su Marcha de las mujeres (The March of the Women), escrita en 1911, se convirtió en el himno de la citada organización. Con letra de Cicely Hamilton, escritora y actriz que fundó la Liga de las Mujeres Escritoras Sufragistas (Women Writers’ Suffrage Leage), la Marcha es un canto a la esperanza y al despertar femenino. Basándose en una melodía popular italiana, originalmente Smyth creó un canto monódico con la posibilidad de incluir un acompañamiento de piano, aunque posteriormente la compositora realizó varias armonizaciones del himno, una de ellas incluso con acompañamiento orquestal.
La Marcha de las Mujeres se interpretó por primera vez el 21 de enero de 1911 en una ceremonia celebrada en la céntrica Pall Mall Street de Londres, como parte de la celebración por la liberación de varias activistas que habían estado presas. La propia Emmeline Pankhurst, líder sufragista británica, mostró su entusiasmo ante la composición, al instaurarla como el himno oficial de la Unión Social y Política de Mujeres, sustituyendo la Marsellesa con letra feminista que se entonaba hasta ese momento. Fue tal la trascendencia social de la obra, que se convirtió en el lema del movimiento sufragista en Reino Unido.
La vinculación de Smyth con este movimiento no solo fue artística o ideológica. Fruto de su participación en una manifestación en 1912, fue detenida por la rotura del cristal de la ventana del Secretario de Estado para las Colonias del momento, Lewis Harcourt, y estuvo en la prisión de Holloway durante dos meses. Aún entre rejas, la música continuó acompañándola, tal como demuestra la célebre anécdota que narra el instante en que, cuando el músico Thomas Beecham fue a visitar a Smyth a la cárcel, encontró a un grupo de reclusas en el patio entonando la Marcha de las mujeres bajo la supervisión de la propia autora, que, ante la ausencia de una batuta, no dudó en dirigir su himno desde la ventana de su celda con un cepillo de dientes.
Ahora bien, la voz de Smyth no solo puede escucharse en su legado compositivo, sino también en su prolífica obra literaria, tanto en sus cartas como en los diversos volúmenes en los que narra sus memorias, que muestran a una artista preocupada por los derechos y el lugar de la mujer en la vida pública y en la historia. A pesar de que su nombre no es especialmente distinguido en la actualidad, lo cierto es que su labor fue ampliamente reconocida en la época, tanto por la crítica musical como por la sociedad, llegando a ser la primera compositora en ser distinguida como Dama del Imperio Británico en 1922.
Sirvan estas líneas como un pequeño recuerdo a una compositora que, durante toda su vida, destacó por su compromiso por los derechos femeninos.
Virginia Sánchez Rodríguez: Doctora en Musicología y Profesora de la Universidad de Castilla-La Mancha. Miembro del Centro de Investigación y Documentación Musical (CIDoM)-Unidad Asociada al CSIC y del Proyecto I+D+i “El patrimonio musical de la España moderna (siglos XVII-XVIII): recuperación, digitalización, análisis, recepción y estructuras retóricas de los discursos musicales” (HAR2017-86039-C2-2-P).