¡Hay que ver, Alicia! ¡Ya lo has vuelto a hacer! Me quema el inmenso dolor de no haber sabido identificar los últimos abrazos, palabras o nuestra cadencia final, al lado de la doble barra. Tendré que comprender que no podía ser de otra manera. Tu cuna jacetana te hizo recia pero tu alma no tenía espacio suficiente en ese cuerpecito delgado y fusionado a un laúd. Una vez más, has sido generosa hasta el infinito practicando un discreto y elegante mutis para evitar nuestro sufrimiento. Sin embargo, aunque tú no querrías vernos así, tu familia, amigos, compañeros y los amantes de la Música Antigua te lloramos, mucho y por miles de razones.
Fíjate. Me han pedido que escriba unas líneas sobre ti en la revista RITMO. En mi cabeza, se vislumbra tu cara y tus típicos comentarios sarcásticos que trataban de encubrir la timidez. ¡Ay! ¿Qué les cuento, Ali? Podría ensalzar tu papel como pionera y eminente mujer en el campo de la Música Antigua o tu modélica labor como laudista, musicóloga, directora, compositora, divulgadora, asesora cultural o presidenta de la Asociación de Grupos Españoles de Música Antigua.
Podría, quizás, enumerar el vasto listado de proyectos, galardones o reconocimientos internacionales, haciendo hincapié en el Premio de Honor 2021 de GEMA o, incluso, recalcar tu papel como activista y defensora de derechos. Pero, a pesar de tanto, no me conformo con citar lo que se leerá sobre ti, ahora y siempre. Perdóname de antemano pero, con tu permiso y el de tu familia, deseo pasear por algunas historias que relatabas durante nuestras innumerables aventuras musicales y que iluminaban tu mirada con la misma intensidad que una tablatura de Diego Ortiz.
Te llamas Alicia en homenaje a tu jovencísima tía, que falleció junto a tu abuela en el barco Monte Gorbea, torpedeado en la Segunda Guerra Mundial. ¡Qué emocionante fue cuando, hace un año, le pusiste rostro a través de una foto! ¡Con qué felicidad buscabas la imagen en tu móvil de veterana carcasa rosa! (Te has ido sin comprarte una nueva, pese a mis improductivos consejos).
Con la misma intensidad, celebramos tu reencuentro con tu familia chilena, tras años de una búsqueda manchada por el exilio de la Guerra Civil.
No deja de sorprenderme cómo, siendo hija de militar, tuviste la valentía, hace varias décadas, de hacer las maletas e irte lejos para descifrar un ámbito tan “extraño” pero, gracias a iniciativas como la tuya, las generaciones posteriores tenemos la inmensa fortuna de dedicarnos a la Música Antigua con un sinfín de herramientas. ¡Cuántas anécdotas atesorabas sobre tu vida en Basilea! Subrayo especialmente tu primer trabajo como au pair de Ariadna y Ferrán Savall e, incluso, como chófer del padre y Maestro. Me consta que esa familia se suma a nuestro dolor.
Y cuantísima gente te quiere allí y aquí. Te queremos, más bien. Hoy resuena tu nombre en cada atril, en cada cuerda y en cada vibración. Literalmente, te has dejado la piel por todo aquel que te pedía ayuda: dudas, subvenciones, partituras… Daba igual. Siempre has sido fiel, amorosa, confidente y desinteresada; no has dejado de trabajar hasta el final y, por encima de todo, nunca te has quejado. Ayer preguntaron por ti la zanfona que dejaste al lado del Cristo, la semana pasada, al igual que la tinta fresca de la agenda que reposa en tu mesilla de noche.
Hace pocas horas, leí las palabras del Maestro Emilio Moreno en su perfil de Facebook. Dice que espera “encontrarse contigo en aquel lugar al que vamos todos los músicos”. En esta noche de insomnio (son las cinco y media de la mañana), he esbozado esa nueva Arcadia en el techo de mi dormitorio y te he visto abrazando a tus amigos añorados, como Pascal Monteilhet, al que lloraste hace poco. Además, he presenciado una conversación con Sebastián de Vivanco donde le “reprochas”, con la vehemencia que te caracteriza, aquella alteración confusa que te quebró la cabeza, durante varios días, en tu cuarto conocido cariñosamente como “la leonera”. En ese paraje maravilloso, estás con tu hermana Cristina, por la que tanto luchaste en vida. Ya dormís, de nuevo juntitas, en vuestro rincón mágico.
Ali, no te olvidaremos porque es y será absolutamente inviable. Si construyes una nao, por favor, inscríbeme en tu tripulación. Nuevas aventuras nos esperan más allá de las nubes. Te prometo que haré música, por y para ti, hasta que mi hilo vital sea cortado. GRACIAS por todo.
PD: Sé que leerás este texto y todos los mensajes en las redes. Una persona podrá ver la luz gracias a ti. Así eres, Ali. Tu bondad ha sobrevivido a tu inmóvil corazón.
por Delia Agúndez * (19 de septiembre de 2022)
* Soprano, musicóloga y colaboradora habitual de Alicia Lázaro en la Capilla Jerónimo de Carrión
Foto: Alicia Lázaro sonríe, a la derecha de la imagen, junto a Delia Agúndez.