Con motivo del estreno en salas de cine y en una conocida plataforma del film “Maestro”, de Bradley Cooper, un biopic sobre el legendario Leonard Bernstein, en este artículo se recuerda la presencia de Bernstein en Madrid en 1984.
El día que Leonard Bernstein vino a vernos
“Dejamos nuestras butacas de paraíso a gran velocidad, cuando todavía duraban los aplausos. Y nos precipitamos escaleras abajo, hasta alcanzar la salida de la calle Carlos III, justo frente a la fantástica tienda de música Real Musical (hoy sustituida por un bazar de productos turísticos). Breve sprint hasta la entrada de Artistas del Teatro Real, en aquel 30 de octubre de 1984 todavía sala de conciertos (y qué bien sonaba…).
No sin cierta oposición de alguno de los conserjes que controlaban ese acceso, logramos llegar a la zona de camerinos. Nos tocó esperar un buen rato (por allí andaba la actual Reina emérita…). Pero al final el maestro, que pareció algo sorprendido, accedió a recibir a un reducido grupo de jóvenes, excitados por la experiencia musical que acababan de vivir. Y allí estaba Leonard Bernstein.
La organización le preparó una pequeña mesa, donde poder firmar los autógrafos. El maestro tenía entonces 66 años. En realidad, parecía bastante mayor (o al menos esa impresión nos causó). Todavía sudoroso, con una camisa amplia y clara (de corte oriental) abierta hasta el ombligo, disfrutaba de un whisky en vaso largo, mientras firmaba los programas de mano que le ponían sobre la mesa. Nuestra limitación con el inglés nos impidió entablar un mínimo diálogo. Pero, al menos, fuimos capaces de articular un breve “thank you”, todavía con cara embobada. Han pasado casi 40 años y la imagen del maestro la sigo guardando como uno de los recuerdos musicales más singulares de mi juventud.
En 1984 el Madrid musical empezaba a salir del erial cultural del post franquismo. Todavía faltaban dos años para nuestra entrada en la Unión Europea y eso limitaba la oferta musical en innumerables aspectos. La política de aranceles, creada por el dictador como unos de los innumerables procedimientos de supervivencia del régimen, hacía imposible el acceso a discos importados (a los pocos años empezamos a descubrir lo bien que sonaban los vinilos prensados fuera de nuestras fronteras…). Eso impedía, por ejemplo, poder escuchar un mínimo de repertorio contemporáneo, y la visita de orquestas extranjeras solo empezaba a desbloquearse gracias a la creación (10 años antes) del milagro Ibermúsica.
Pero en aquel 1984 el impulso musical fue eminentemente público. Era el primer año del Festival de Otoño, de la recién creada Comunidad de Madrid (1983). Y la gran atracción de aquel proyecto (que con los años quedaría reducido musicalmente a la nada, como siempre por motivos políticos) fue la visita, por primera vez (y única, tras el posterior concierto en Barcelona), de Leonard Bernstein y nada menos que con la Orquesta Filarmónica de Viena. Con los años, empezamos a centrarnos en lo realmente “importante”: impuestos bajos…
La verdad es que daba lo mismo lo que hubieran interpretado. Pero aquel concierto fue totalmente dual. Una primera parte con una Sinfonía Haffner solvente (Mozart no era el fuerte del americano) y una Suite de piezas propias (compuesta unos años antes), que el propio director reconoció, días después, había sido un error programar. Otra cosa fue el segundo concierto para piano de Brahms, junto a Krystian Zimerman (ya entonces consolidado como unos de los grandes pianistas de final de siglo, tras ganar el Concurso Chopin 10 años antes). Ambos llevaron al disco esta versión años después, para Deutsche Grammophon. El Brahms de Bernstein era más ortodoxo y menos impactante que su Mahler, que era lo que a la mayoría nos hubiera gustado escuchar. Pero aquella trinidad de virtuosismo sin duda compensó las horas de colas nocturnas para acceder a las entradas (en aquellos años escuchar música clásica en vivo y hacer cola eran sinónimos).
Bernstein llevaba desde los años 70, cuando abandonó la Filarmónica de Nueva York, en una especie de autoexilio europeo. Y fue en Viena donde encontró la calma personal y musical, que le llevaría a sus mejores realizaciones musicales. Por suerte, algunos pudimos disfrutarlo”.
por Juan Berberana
Foto: Programa firmado por Leonard Bernstein de su concierto en Madrid en 1984.