Organizado y gestionado por el Área de Formación del Teatro Real de Madrid, entre el 2 y el 30 de marzo se va a celebrar un curso (acceda pinchando este link), como antesala de las representaciones de Peter Grimes, de Benjamin Britten. El título es lo suficientemente elocuente: Comprender a Benjamin Britten: Peter Grimes, y será impartido en cinco sesiones por Luis Gago.
Ya es el segundo de esta naturaleza que organiza la casa, tras Comprender a Mozart: Don Giovanni, que corrió a cargo de Pablo L. Rodríguez, y antecede a otro, en abril, que estará en manos de David Cortés Santamarta y se desarrollará a propósito de las previstas representaciones de Lessons in Love and Violence, de George Benjamin.
En todos los casos se trata de ejercicios didácticos dirigidos en igual medida a profesores, especialistas y aficionados en general, pues la idea que los preside es explicar las obras representadas y, por extensión, las figuras de los respectivos compositores y su Obra. En el que nos ocupa ahora, durante cinco sesiones Luis Gago ofrecerá las principales claves para comprender la producción operística de Benjamin Britten, desde la introducción a su catálogo -con especial énfasis en Peter Grimes, Billy Budd y Gloriana-, hasta su proceso creativo y la recepción e interpretación de sus producciones.
Hay varias razones para recomendar la asistencia a Comprender a Britten: Peter Grimes, pero dos son especialmente poderosas. La primera, el asunto en sí, un curso que gira alrededor de un compositor como Britten, no exactamente ajeno a los aficionados al género pero situado en una escala de popularidad y conocimiento más baja que aquella bajo la que se asientan un Verdi, un Mozart, un Donizetti, etcétera. Injustamente, por lo que la trascendencia del asunto convierte en urgencia poner una vez más en valor, y como es debido, que tampoco es fácil, las óperas del compositor inglés. La segunda razón es la garantía de que se vaya a producir tal cosa de manera seria, fundamentada y práctica, y en ese sentido se puede augurar que el resultado va a ser una fiesta de la didáctica, la divulgación y la profundidad de los análisis, pues de todo el desarrollo será responsable uno de los críticos españoles más celebrados, y, lo que es más decisivo, más y mejor han trabajado acerca del asunto.
En el vídeo que ha lanzado el teatro para promocionar el curso (acceda pinchando este link), Luis Gago afirma que probablemente Britten sea uno de los dos compositores de ópera más importantes del siglo XX. Entendida esa afirmación como resultado de las óperas escritas después de 1900, es posible que quizá no habría que dejar de lado la figura de Puccini, pero, salvada la circunstancia, discutible. Porque es igual de probable que las óperas de Puccini a partir de Tosca (precisamente de 1900), a pesar de todo no lleguen a tener el cuajo de las de Britten, y desde luego de las del segundo compositor a que Gago se refiere, el gran Richard Strauss, cuya Salomé es de 1905. Obsérvese, no obstante, que Britten es el único de los nombrados cuyos todos títulos operísticos sí nacen en el siglo XX, lo que, en sentido estricto le podía convertir en el número uno. No obstante, y al margen de ese tipo de carreras, lo que destaca a Britten en ópera, amén de su prodigiosa vena musical, es la trascendencia moral y estética de la temática de toda su producción dramática, que surge, entera, sin el más mínimo devaneo.
Qué duda cabe que el siglo XX da más frutos operísticos de lo que se suele recordar (Tippett, Shostakóvich, Berg, Henze, Schönberg, Bartók, Stravinsky, Pfitzner, Prokófiev, Busoni, Walton, Hindemith, Gershwin…), pero casi siempre con logros unitarios que pocas veces dan esa sensación de continuidad presente en la obra operística de Britten. Pero hay más razones que multiplican su interés, y no es la menos importante la absoluta coherencia entre ética y estética en cada caso concreto, en cada una de sus creaciones. Este binomio da origen a la práctica totalidad de la producción de Britten, pero se hace especialmente visible en la dramaturgia de sus óperas, un asunto que seguro será objeto de análisis pormenorizado por parte de Gago. Entre otras cosas.
El Teatro Real va a estrenar una nueva producción para Peter Grimes. Será la segunda vez que esta pieza de formidable singularidad y extraña belleza suba a escena en el Teatro Real, aunque en la primera ocasión solo fuera una producción de alquiler. Sucedió el quince de noviembre de 1997, y en el programa de mano, en la página 204, en los créditos, se podía leer: Editor: Luis Gago. Es procedente el dato, para comenzar a situar la figura de quien va ser el encargado de impartir el curso. Estamos ya acostumbrados a leerle en medios de prensa y en sus siempre afiladas notas a programas, y tomamos como normal aquello que no lo es: el producto de un trabajo concienzudo, muy pensado y siempre esforzado. Pero siendo ello virtuoso, eso no serviría de mucho si formación, preparación y modo de operar no confluyeran en los trabajos de Gago de manera tan rigurosa y, a la vez, aparentemente natural. Sépase que no ha lugar a la circunstancialidad.
Él es músico, aunque no haya ejercido como tal; y un buen musicólogo, aunque haga todo lo posible, con éxito, para que las consecuencias de una actividad tan brumosa no empañe la transparencia de una buena explicación periodística. Pero, aparte de la prosa en que se instalan sus trabajos, tan cercana y accesible, sin duda el gran secreto de su modo de operar es que sus reflexiones críticas siempre giran en torno a documentos de primera mano, muchas veces puestos en valor en los propios lugares de procedencia y en su idioma original (su prestigio como traductor es igualmente notable).
No en vano se trata de uno de los críticos que mayor número de conciertos y festivales especializados consume, lo que impregna su actividad crítica de un enorme peso específico. Y de calidad manifiesta. De manera que sí; desde luego, el protagonista de este curso es el gran Britten, con su Peter Grimes a la cabeza, una de las piezas marinas más fascinantes de la historia del género, porque el agua impregna de violencia soterrada la vida de los personajes, haciendo de la violencia virtud moral, lo que no deja de ser una rareza en un mundo tan proclive como el de la ópera a quedarse en una superficie humana que solo en casos muy aislados adquiere convicciones tan sólidas. Britten, en primer lugar, desde luego. Pero la segunda gran noticia es que lo que se nos va a contar va a estar muy bien contado. Ni se les ocurra perdérselo; las plazas son muy limitadas.
por Pedro González Mira
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