El Gran Teatre del Liceu estrena el 9 de marzo 7 Deaths of Maria Callas, la última producción de la artista serbia Marina Abramović basada en último día de vida de la soprano Maria Callas. La performance se representará tan sólo 3 días, hasta el 11 de marzo y entre el reparto, aparte de la presencia de Abramović, en el escenario también habrá 7 sopranos de renombre internacional dirigidas por el maestro Antonio Méndez para representar 7 arias famosas y que conformaron el repertorio de Callas en su ascenso hacia el Olimpo operístico: Gilda Fiume (Violetta Valéry), Vanessa Goikoetxea (Floria Tosca), Benedetta Torre (Desdemona), Antonia Ahyoung Kim (Cio-Cio-San), Rinat Shaham (Carmen), Leonor Bonilla (Lucia Ashton) y Marta Mathéu (Norma).
En el mismo año que se celebra el centenario del nacimiento de Callas, l’Assoluta, el espectáculo alterna la ópera, el arte en vivo, la performance y la videocreación e incluye algunas de las arias icónicas que marcaron la biografía artística de la soprano griega. Intervenciones que recuerdan a las innumerables mujeres sacrificadas a manos de compositores del siglo XIX; un teatro de muñecas donde las mujeres han resultado las víctimas.
7 Deaths of Maria Callas relata la muerte de Maria Callas, el 17 de septiembre de 1977, el día en que pasó de ser la cantante más admirada del siglo para convertirse en un mito inmortal. En ese momento, Callas había abandonado toda esperanza de ser feliz: incapaz de recuperar su gran amor, Aristóteles Onassis –entonces el hombre más rico del mundo–, se recluyó en su apartamento y se hundió en una profunda crisis depresiva de qué no pudo salir. Ningún intento para que volviera a la ópera fructificó: como muchas de las heroínas que encarnó a la ópera –Tosca, Norma, Violetta Válery, Carmen– eligió la muerte, que llegó mediante sobredosis.
La propuesta, concebida por la propia Abramović en colaboración con el escritor Petter Skavlan, busca acercar todo tipo de lenguajes escénicos al espacio del teatro de ópera (técnicamente, la obra es una mezcla de instalación multimedia y performance), pero sin descuidar el lenguaje genuino de la ópera, fundamentado en la narración y el canto. La música, de nueva creación compuesta por Marko Nikodijević, no interferirá con las arias de ópera.
La producción
Marina Abramović ha trabajado a lo largo de su carrera con algunos temas que estuvieron presente explícitamente o indirectamente en la vida de María Callas como la fragilidad de la vida, la transformación del cuerpo, el alejamiento en el amor y el dolor .
Por tanto, Callas, para Abramović es una obsesión que ha desembocado en un desarrollo artístico muy poderoso que finalmente ha cristalizado, después de muchos años de reflexión, en una propuesta escénica que tiene pleno sentido en un teatro de ópera. Ahora bien, debe especificarse que 7 Deaths of Maria Callas no es exactamente una ópera, o si lo es, es una ópera distinta de lo que exigen las convenciones clásicas del género. Todo ello aquí se cuenta una historia por medio de la música y la escena: la de la última noche de Maria Callas, mientras sueña y más tarde se despierta para pasar al otro lado, que es la de la inmortalidad . Callas vivió una vida trágica –conoció la fama mundial y el mayor fracaso en el amor; en los últimos años se recluyó en un apartamento en París y murió de una sobredosis de fármacos, como Marilyn o Elvis, otros grandes mitos del siglo XX–, lo que lo convierte en un personaje con una narrativa interesante. Ella, que fue tantas mujeres en el teatro, se convierte ahora en un personaje.
Será la propia Marina Abramović quien encarne a la Divina en esta obra. Ésta es una circunstancia especial: generalmente, Abramović no actúa ni desarrolla su trabajo escénico en vivo. La instalación, el happening y la performance son experiencias que muchas veces omiten al público y la idea del “directo”. Por eso, cuando hablamos de 7 Deaths of Maria Callas hay que hablar de un híbrido: tiene partes de ópera y teatro, y partes de arte multimedia, arte de acción y arte del cuerpo.
En cualquier caso, las distinciones son secundarias, ya que al final lo que cuenta es la potencia de la producción. La primera parte del espectáculo recrea el mundo de los sueños de Maria Callas: Abramović aparece en una cama y la acción que se desarrolla consta de música ambiental, una voz en off y fragmentos de vídeo que acompañan a siete arias de ópera que van ser importantes en la vida de Maria Callas. Cada aria la canta una soprano vestida con uniforme de criada, y cada vídeo representa una forma trágica y espectacular de morir, donde Marina interactúa con el actor Willem Dafoe.
La segunda parte de la obra representa la muerte de Maria Callas, y la escenografía –desarrollada por Anna Schöttl– se concreta en un espacio que contrasta con la nebulosa de la primera parte: es la habitación en la que murió Maria Callas, recreada con fidelidad total. La cama es idéntica a la que tenía la diva, los cuadros en las paredes son los de su colección, las fotos que observa –de algunos de los hombres que marcaron su vida, como Aristoteles Onassis, Pier Paolo Pasolini o Luchino Visconti– estaban entre sus pertenencias.
Todo este espacio abunda a la vez en símbolos que buscan llenar la obra de significados trascendentes: cuando Marina/Callas se asoma a la ventana está viendo el mundo que abandonará, pero también está observando la eternidad que le espera; cuando cruza la puerta, representa la muerte física, pero no la de su presencia espiritual, que estará para siempre con nosotros. Al final, estas obras no cuentan tanto una historia, sino el proceso en el que la tragedia se convierte en una leyenda, a través de una artista admirable encarnada por otra artista que trabaja con un lenguaje distinto, pero con los mismos materiales emocionales como son el arte y el amor.
En escena
La figura central en 7 Deaths of Maria Callas, lógicamente, es su creadora, Marina Abramović, que prácticamente no abandonará el escenario en los 90 minutos que dura cada una de las tres funciones programadas en el Liceu. Pero no es la única presencia en escena: el primer segmento de la obra, compuesto por arias de ópera famosas, contará con la presencia de siete sopranos cuidadosamente elegidas para cada una de las piezas. La italiana Gilda Fiume será la primera en aparecer dando voz a Violetta Válery en su aria del tercer acto de La traviata, Addio, del pasato, y dará paso a la vizcaína Vanessa Goikoetxea, que se meterá en la piel de Tosca y cantará Vissi d’arte, vissi d’amor.
La tercera pieza es Ave Maria, una de las arias que canta el personaje de Desdemona en el Otello de Giuseppe Verdi, y de ella se encargará la italiana Benedetta Torre. La soprano coreana Antonia Ahyoung Kim se encargarà de Un bel dí vedremo, la pieza central de la Madama Butterfly de Puccini, y finalmente serán la mezzosoprano israelí Rinat Sharam, la sevillana Leonor Bonilla, y la catalana Marta Mathéu, quienes hagan suyos los papeles de Carmen (la famosa habanera compuesta por Bizet), Lucia Ashton (el aria de la locura de Lucia di Lammermoor, de Donizetti) y la Casta diva de Norma, quizá el aria que mejor interpretó nunca Maria Callas.
Todas las cantantes del primer bloque tendrán también un papel actoral en el segundo, como ayudantes de cámara de la Callas moribunda que languidece en su piso de París. El resto de presencias escénicas serán en vídeo: Willem Dafoe es un personaje más en esta obra, pero sólo aparecerá en las piezas dirigidas por Marco Brambilla.
Y finalmente, hay que destacar el papel de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu, dirigida en esta ocasión por Antonio Méndez, porque tendrá que combinar diversos lenguajes musicales: el del bel canto y el verismo de las arias clásicas, pero también el de la música que hilará toda la función que ha compuesto el serbio Marko Nikodijević, un autor muy activo en la actual escena contemporánea europea, y que se mueve con soltura por los terrenos de la microtonalidad, el espectralismo y algunos pasajes que podrían incluso describirse como ambientales, un lenguaje moderno y denso en el que las cuerdas buscarán timbres que suenan como si fueran electrónicos, y que redondeará esta apuesta estética a medio camino entre el sueño, la calma y el horror.
Foto © W. Hoesl