La directora, dramaturga, actriz, especialista en la voz e investigadora teatral vasca María Goiricelaya (1983) ha presentado en el 37 Festival Perelada, su acertada y enriquecida versión de la opereta cómica The telephone or l'amour á trois, obra de Gian Carlo Menotti (Italia, 1911-Montecarlo, 2007).
La puesta en escena de Goiricelaya, que cuenta en la dirección musical con Iván Martín, fundador y director de la formación de cámara Galdós Ensemble, es muy inteligente y enriquece el original de Menotti, gracias a su ambición artística y al hecho de vincular el teléfono con uno de los males que sufre la sociedad actual: la adicción al teléfono móvil y la absurda necesidad de exhibirse en las redes sociales. El hecho de situar la acción en un gimnasio, no sólo le da a la pieza un aire muy divertido por el cúmulo de situaciones que se pueden producir, sino que también multiplica sus lecturas.
¿Pensaba Gian Carlo Menotti en 1947 en el teléfono móvil, cuando compuso la música deliciosa y escribió la letra de la opereta cómica The telephone or l'amour á trois, que se estrenó en Manhattan el mismo año? ¿Previó que éste sería un gadget tecnológico con la incidencia social que tiene en la actualidad? Quizás no, que no pensaba concretamente en ello, ya que entonces los teléfonos eran fijos y el primer móvil que podemos considerar como tal no se inventó hasta 1973 y este tipo de aparatos empezaron a comercializarse en 1983. No es una cuestión de presciencia lo de Menotti, pero sí de intuición y acertó por completo en cuanto a la esencia del asunto que nos ocupa: los efectos de la incomunicación entre nosotros y en la pareja. Menotti lo trató en clave de humor y se inventó una pequeña historia, con un argumento muy delgado, pero divertido y con un desenlace empapado de ironía que no hace falta desvelar.
Goricelaya parte pues de una pieza, una opereta cómica en un solo acto muy breve -25 minutos reales de duración- y, sin tocar ni la música ni el texto ni restarle ni una brizna de humor –al contrario-, le da una trascendencia que el autor del original posiblemente ni imaginaba. El argumento es sencillísimo. Ha llegado el día y Ben le pedirá matrimonio a Lucy. Sólo tiene una hora para hacerlo, antes de tomar un tren. Lo hará en el gimnasio, entre bicicletas estáticas, cintas de correr, pelotas medicinales, mancuernas y otros usuarios que sudan a chorro entre resoplidos y clases de spinning. Pero ocurre que cada vez que Ben trata de hablar con Lucy y poner en marcha la propuesta, ésta recibe una llamada al teléfono móvil y lo ignora absolutamente para atender cuántas llamadas haga falta. Si no es Margaret, es George y si no, una llamada equivocada. El tiempo pasa y Ben nunca puede acabar de hacer su declaración, hasta que al final se marcha presa de la desesperación para no perder el tren. Este juego, divertido y exasperante a la vez si se tiene un poco de empatía por el pobre Ben, es el catalizador dramático.
Mientras el enamorado trata de declararse, se produce aquella situación que actualmente estamos acostumbrados a detectar en las redes sociales y que Goiricelaya ha procurado que se reproduzca: los propios interesados, amigos suyos y extraños, procuran grabarlo en vídeo para colgar las imágenes posteriormente en las redes, hacer stories o reels y satisfacer así su propio ego y la insana curiosidad del personal con alma de voyeurs. Antes de declararse, Ben le hace un regalo a Lucy, que no podía ser otro que una luz led circular de las que utilizan los youtubers e influencers de todo tipo y pelaje, que es la carrera que parece querer seguir Lucy. El desenlace final, que resulta demasiado amable si lo que se pretendía era hacer una crítica, pero que Goiricelaya acertadamente no ha querido alterar, no es un secreto, pero tampoco lo vamos a revelar aquí.
La puesta en escena de la creadora vasca, que afortunadamente se ha decantado por el texto original en inglés, hace inciso en el móvil como aparato con efectos indeseables, como la adicción, la nomofobia (miedo a estar sin el teléfono), pero también provoca, como Menotti seguramente tenía en mente, si no quería hacer únicamente una broma, problemas de comunicación en la pareja, porque Lucy ignora de una manera cruel y desconsiderada a Ben. Este uso excesivo del móvil también lleva a pensar en el culto al cuerpo y la afición enfermiza de subir autorretratos a las redes sociales de forma compulsiva.
Musicalmente, la prenda es una joyita. Dice Juan Lucas (periodista, escritor, traductor y musicógrafo) que la partitura “hace un escaneo integral de los 300 años de historia de la ópera italiana, de Monteverdi y Cavalli a Puccini y Wolf-Ferrari” y que Menotti “desarrolla un muestrario completo de los modos y maneras de la tradición de la que él era el último brote”.
En cuanto a las interpretaciones, el personaje de la hiperactiva Lucy demanda una soprano de coloratura y en este caso la interpretación de la canaria Ruth González ha sido impecable, mientras que el de Ben lo interpreta con gracia y reflejando perfectamente el asombro de su personaje el joven barítono barcelonés Jan Antem. Ambos personajes están en un gimnasio donde los usuarios son los propios músicos de la orquesta, algunos actores y actrices y un puñado de figurantes. Mientras, suena la música de Menotti, vivaz, alegre, descriptiva, cercana al teatro musical en ocasiones interpretada por una formación dirigida con seguridad y buen humor por Iván Martín.
Una after party con la GIO Symphonia
Tras la representación de la ópera de Menotti, el público ha disfrutado en la misma sala del Mirador del Castillo del concierto Ticket To Ride: The Beatles y Bowie a cargo de la GIO Symphonia dirigida por Francesc Prat. El concierto ha consistido en la demostración de que es posible establecer un diálogo entre tipos de música y compositores o artistas aparentemente antitéticos y que el resultado sea placentero y en ocasiones sorprendente. La GIO ha contado para este espectáculo con la actriz y cantante Elena Tarrats.
En la primera parte, la orquesta de cámara gerundense ha interpretado Ticket to ride, Yesterday y Michelle -dos versiones distintas- como si se trataran de piezas compuestas por Bach, con arreglos del italiano Luciano Berio.
En la segunda parte de la velada, la formación orquestal y Tarrats han estrenado los arreglos que encargó expresamente Francesc Prats a los hermanos Lucas y Tomás Peire de los populares temas de David Bowie Space Odity, Live on Mars y Heroes, pero con un lenguaje musical cercano al minimalismo de Philip Glass. Un magnífico colofón a una gran velada, pese a las dificultades que ha planteado la tramontana. La experiencia, especialmente pensada para los más jóvenes, ha sido redondeada por la degustación de un cóctel de verano especialmente preparado por Toni Gerez, jefe de sala y sumiller del Castell Peralada Restaurant.
(redacción)
Foto © Toti Ferrer