Música clásica desde 1929

Libros / El gallo y el arlequín. Notas alrededor de la música de Jean Cocteau - por Joan Gómez Alemany

27/01/2025

En la historia del arte a veces surgen perfiles que desbordan cualquier clasificación simplista, Jean Cocteau, sin duda es uno de ellos. Autor del muy recomendable libro El gallo y el arlequín. Notas alrededor de la música, se publicó recientemente en su versión española con notas y postfacio de Santiago Martín Bermúdez. Cocteau, conocido especialmente por su poesía, teatro y cine, también fue un notable libretista operístico y de ballet, dibujante, pintor, diseñador y en lo que respecta al libro que ahora reseñamos, gran crítico musical y ensayista. Un perfil polifacético y original no muy habitual que se puede comparar con los de Pablo Picasso y Erik Satie, ambos amigos de Cocteau. Esta idea de lo interdisciplinar es apuntada ya en el inicial texto redactado por el reconocido crítico de arte Juan Manuel Bonet, quien escribe: «Puedan hoy estas páginas, decirles a los nuevos, cuán positivo es que los compositores trabajen codo con codo con los pintores, y con los poetas» (p. 14). Bonet en su prólogo reivindica la calidad del libro (publicado originalmente el 1918), resaltando que el poeta Cocteau colaboró estrechamente con diversos músicos, algo único si exceptuamos a Ezra Pound quien escribió un libro en diálogo con el compositor Georges Antheil.

Al texto anterior le sigue un prefacio de Georges Auric, procedente de la reedición de El gallo y el arlequín en 1978. Auric, el compositor de todas las principales películas que Jean Cocteau dirigió, escribe un fabuloso y variado texto en donde explica su relación con el anterior, el contexto que vio nacer este libro-manifiesto del grupo de Les Six (Los seis), la música de Stravinski e incluso la música contemporánea de su tiempo, citando a Iannis Xenakis, Pierre Boulez, John Cage, entre otros. Resulta interesante poner en perspectiva y comparar el momento en que Auric (1899-1983) con 16 años conoció a Cocteau (1889-1963) el 1914, y varias décadas después escribió un prefacio a su libro. El compositor desde la distancia temporal y también una vida ya en la vejez, habla con cariño de las virtudes y defectos del poeta. Critica especialmente su injusto ataque a ciertas obras de Stravinski, por ejemplo, cuando con desdén afirma: «Hay misticismo teatral en La consagración [de Stravinski]. La culpa la tiene el teatro» (p. 29). Ese es el Cocteau de Le rappel a l'ordre (Llamada al orden), algo que Auric señala como excesivo, poniendo como ejemplo, cómo su amigo comentaba que iba al circo para aprender «una lección de equilibrio» (p. 31), no para divertirse. No obstante, Auric señala mucho más lo positivo que hay en su amigo con el que colaboró toda su vida: «Y "moderno" me obliga a citar al Cocteau de los mejores días: «Decir "Soy moderno" no tiene mucho más sentido que la famosa broma "nosotros, caballeros de la Edad Media"». En este caso la broma sería decir "Soy Contemporáneo"» (p. 34). Frente a las modas pasajeras, Auric apunta que Cocteau es un artista coherente, irónico y profundo.

Bajo la influencia anti-romántica de Erik Satie y la idea de crear un nuevo orden musical, Cocteau crea un grupo de compositores denominados Les Six: Georges Auric, Louis Durey, Arthur Honegger, Darius Milhaud, Francis Poulenc y Germaine Tailleferre. En este contexto puede entenderse El gallo y el Arlequín, un libro publicado en el fin de la Gran Guerra (1914-1918), donde Cocteau estuvo presente como soldado y por eso en su libro lo francés a veces es exaltado contra lo alemán. Es desde este punto de vista (entre otros) como pueden entenderse sus interesantes y divertidas frases: «Satie experimentó el asco por Wagner en plena wagnería, en el corazón mismo de la Rosa-Cruz. Advirtió a Debussy contra Wagner. [...] la espesa bruma salpicada de relámpagos de Bayreuth se convierte en la ligera niebla de nieve del sol impresionista» (pp. 52-53). Como se lee, el ideal estético de Cocteau no solo ataca la opulencia wagneriana, sino también sus influencias post-románticas en Debussy e incluso en Schönberg, «un músico de pizarra» (p. 51). Según el poeta francés hay que rechazar las "brumas" del romanticismo, impresionismo o expresionismo, para crear una música clara, sencilla, alegre y directa, como la del circo, el music-hall, el jazz o las máquinas: «Sería hermoso que un músico compusiera para un órgano mecánico, auténtica fábrica de sonidos» (p. 58). La precisión cirúrgica de su estética provoca en el autor un estilo aforístico que reina muchas páginas de su maravillo texto: «El arte es la ciencia hecha carne. El músico abre la jaula de las cifras, el dibujante emancipa la geometría» (p. 44).

La inteligencia de Cocteau y su afilada escritura es capaz de analizar el medio artístico y sus cualidades, en un proceder digno de la estética comparada: «¡Atención! Tened muchísimo cuidado, porque entre todas las artes la música es la única que da vueltas alrededor vuestro. [...] La escultura, tan descuidada debido al desprecio de la forma y de la masa en beneficio de lo brumoso, es sin duda una de las artes más nobles. En primer lugar, es la única que nos obliga a dar vueltas alrededor suyo» (pp. 47-48). Y si el Cocteau de la cita anterior utiliza una prosa analítica y teórica, no olvidemos su aspecto también poético, jugando con dobles significados y con los "colores" de las palabras. Siguiendo la misma idea anterior, el autor comenta: «Temía el impresionista el plano desnudo, el vacío, el silencio. El silencio no es necesariamente un agujero; hay que emplear el silencio y no un relleno de murmullos. [...] Basta de nubes, de olas, de acuarios, de ondinas y de perfumes de la noche; necesitamos una música encima de la tierra, una música de todos los días». (p. 55). Es esta la "música de mobiliario" de Satie, esa que «no remueve nunca la ciénaga» (p. 61) (en referencia a Debussy). Una música que también puede escucharse en el magnífico ballet Parade (1917), con libreto de Cocteau, escenografía de Picasso y música de Satie. Esta obra analizada varias veces en el libro resultó ser un grandísimo escándalo, y en ese sentido, Cocteau nos enseña la dirección correcta: «Lo que el público te reprocha, cultívalo, eso eres tú» (p. 62).

Como se ha podido observar, El gallo y el arlequín no es un libro que se pueda resumir o simplificar en unos párrafos. Su lenguaje y estructura es muy ambigua y compleja, por eso la mejor manera de poder aproximarse a él, es citando algunas de sus partes. En la edición española se reúnen otros textos de Cocteau más ordinarios, como dos apéndices sobre Stravinski, u otros que analizan los ballets Les Biches (Poulenc) y Les Fâcheux (Auric) al estilo de una crítica musical. El último texto escrito por Cocteau, se titula El ejemplo de Eric Satie (1925), y su mismo elocuente inicio ya revela su contenido: «He admirado, querido, ayudado religiosamente a Eric Satie. Amplía ahora la lista de los lutos que me hacen asquerosa la vida» (p. 109). En 1925 muere el gran compositor, y por eso, este año 2025 se celebra el centenario de ese gran genio no lo suficientemente reconocido.

El libro finaliza con un muy documentado Postfacio a la edición española redactado por el traductor, Santiago Martín Bermúdez. La suya ha sido una tarea de lo más encomiable y elogiable para aquellos que hemos disfrutado sin igual con El gallo y el arlequín. Martín Bermúdez explica el contexto musical de aquellos tiempos y algunas de las características de este sorprendente libro: «así marca Cocteau el territorio de la poética de los Nouveaux Jeunes que apadrina Satie: antiromanticismo, antiimpresionismo, antipretenciosidad, anticomplejidad, antiembriaguez, antibrumas. Y, entre tanto anti, algo hay de pro: música pura, sencillez de líneas y armonías, clasicismo, inocencia, integridad. Es decir, nada que en rigor no esté ya en Satie» (p. 117).

No es muy habitual encontrar grupos de compositores que se unen para compartir un mismo credo estético. Los Seis fue uno de los más notables, y si buscamos anteriormente solo se nos ocurre el que fue su modelo, Los Cinco, que se reunieron en San Petersburgo en los años 1856-1870: Mili Balákirev, César Cui, Modest Músorgski, Nikolái Rimski-Kórsakov y Aleksandr Borodín. Más allá de las escuelas o movimientos estilísticos, en el libro son citados otros grupos de artistas siempre amigos y con afinidades compartidas, como el poco conocido  Jeune France, formado en 1936 por iniciativa de Yves Baudrier, con otros tres compositores: André Jolivet, Daniel Lesur y Olivier Messiaen. La idea de agrupar diversos compositores remite en un círculo que gira sin parar, al inicio de este texto donde reuníamos en un todo interdisciplinar las diversas artes que practicaba Cocteau. Finalizamos recomendando nuevamente El gallo y el arlequín, un libro que transcurre con suma elegancia, de la prosa a la poesía, de lo cómico a lo serio, abierto a todo tipo de artistas y escritos amantes del arte más original e innovador.

El gallo y el arlequín. Notas alrededor de la música

Autor: Jean Cocteau

Prólogo a la edición de 1978: George Auric

Prólogo a la edición española: Juan Manuel Bonet

Editorial: Antonio Machado Libros, Musicalia Scherzo n. 20

Traductor: Santiago Martín Bermúdez

Nº páginas: 128

COMPRAR LIBRO

76
Anterior El Teatro de la Zarzuela presenta la divertida ‘La corte de Faraón’, en un montaje de Emilio Sagi
Siguiente Afkham dirige a la OCNE ‘Un superviviente de Varsovia' de Schönberg y la Octava de Shostakovich

Publicidad

FBE_CNDM_20250201
FBE_Ibermusica_12ChelistasFilarmonicaBerlin_20250129
FBE_LAuditori_16_OBC12_LaReformaMendelssohn_20250201-20250206
FBE_DanzaOviedo_20250201-0228
FBE_ABAO_LaFavorite_20250128-20250224
FBE_EuskadikoOrkestra_20250201-28
FBE_Liceu-Requiem_20250201-20250217
FBE_TeatroZarzuela-Patagonia_20250130-20250216
FBC_Lat_1_202502_DVD_OA1391D_OpusArte_MadamaButterfly
FBC_Lat_2_202502_DVD_768708_CMajor_SoundMovies
FBC_Lat_3_202502_DVD_2.110774_Naxos_Arabella
FBC_Lat_5_202502_CD_Naxos_8.571429-30_Biret
FBC_Lat_6_202502_CD_Naxos_8.579139_Shor
FBC_Lat_4_202502_DVD_38057_Dynamic_Tosca