Como #lecturasdeverano proseguimos publicando en abierto la sección #LasMusas, hasta ahora solo en papel, donde las mujeres escriben sobre mujeres, una tribuna libre mensual donde rescatar la figura de compositoras, cantantes, instrumentistas, profesoras, musicólogas, directoras, etc. En esta ocasión publicamos la realizada para la revista de julio-agosto de 2022 por María José Montiel.
María Malibran, primera mujer considerada estrella de la ópera
por María José Montiel
Desde niña me sentí cautivada por la figura de María Malibran. Su persona, su entorno y leyenda produjeron en mí, desde siempre, una gran fascinación. Admiraba el hecho de que una mujer de su tiempo alcanzara su nivel de excelencia en una época en la que las mujeres vivían a la sombra de los hombres. Por eso, ante todo, desde mi punto de vista fue una mujer moderna, adelantada a su tiempo, segura de sí misma, orgullosa, pasional, indomable (decían algunos), testaruda, temeraria (una manera de entender la valentía) y, cómo no, llena de talento, de muchos talentos, en realidad.
A Gioachino Rossini le faltaban las palabras para definirla: “Qué maravillosa criatura”, decía el genial compositor, “su instinto musical es verdaderamente desconcertante, superior al de cualquier mujer que he conocido por espíritu, carácter fulgurante y amplísimo conocimiento”. Me encantan la belleza e inteligencia que emanan del retrato que ilustra estas páginas.
Era descendiente de los García, dinastía musical muy famosa durante la primera mitad del siglo XIX. Hija del gran Manuel García (1775-0832), uno de los personajes más influyentes de su época en el mundo de la ópera, destacó como compositor, promotor, tenor predilecto de Rossini y profesor de canto. De su unión con la soprano Joaquina Briones nacieron grandes genios, como la también soprano y compositora Pauline Viardot-García (1821-1910), el barítono y maestro de canto Manuel Patricio Rodríguez García (1805-1906) y la gran mezzosoprano María-Felicia García, nacida en París en 1808 y fallecida en Manchester en 1836, ya inmortalizada como María Malibran, sin duda la primera mujer considerada como una estrella de la ópera. Además fue actriz, compositora y una de las figuras más importantes e influyentes del mundo de la música del siglo XIX ¡Todo un ídolo durante el Romanticismo!
Al nacer sus padres acababan de trasladarse a París (donde años más tarde se consagraría) desde una España ocupada por las tropas napoleónicas; poco después la familia viajaría a Nápoles, donde el padre afianzaría su vínculo con Rossini. “Conocía las lenguas más diversas, cantando en español -su lengua materna-, italiano, francés, alemán y después de ocho días de estudio, también consiguió cantar en inglés la ópera Fidelio en Londres”, escribió de ella el genio de Pésaro. “Diseñaba, pintaba, bordaba e incluso confeccionaba su propio vestuario; pero sobre todo, escribía: sus cartas eran obras maestras, reflejo de un espíritu refinado, llenas de brío y de buen humor que muestran una originalidad de expresión inigualable”, afirmaba el compositor.
Más tarde la familia se instaló en Londres, donde la todavía María García triunfaría como Rosina en Il Barbiere di Siviglia con tan solo 17 años; comenzaba entonces una carrera fulgurante; y luego vendrían los triunfos en Estados Unidos, un país entonces poco dado al género operístico y donde se convertiría en la primera gran estrella de la lírica.
Según está documentado, María era una mujer que fascinaba a todos quienes la conocieron, dentro y fuera del escenario: cantaba con una técnica excepcional, tocaba el arpa, la guitarra, el piano, componía... Tenía un carisma extraordinario sobre la escena y fue en contra de todas las convenciones de su época. Era una artista de los pies a la cabeza, que no solo cantaba como nadie, sino que además actuaba. Su música era todo expresión y emociones... Esto era revolucionario para su época, un concepto que recuperaría Maria Callas en el siglo XX.
Fuera de los escenarios era también una mujer de rompe y rasga, topándose siempre con una sociedad conservadora e inflexible, propia de su tiempo. En Estados Unidos contrajo matrimonio con un hombre 30 años mayor que ella, sin duda para escapar de las normas severas e intransigentes de su padre. El escogido fue el banquero Eugène Malibran, de quien tomaría el apellido para su carrera. Más tarde se dio cuenta de que el hombre elegido en realidad estaba arruinado, hecho que la obligó a cantar sin descanso para pagar las deudas de su marido.
En Estados Unidos, sin poder divorciarse y sola (sus padres habían emigrado a México) decide separarse y regresar a Europa, enamorándose del violinista Charles-Auguste de Bériot; contra viento y marea se fue a vivir con él, un hecho que resultó un auténtico escándalo para la sociedad de entonces, ya que todavía estaba casada. De Bériot acabaría siendo el padre de su único hijo.
De su inmenso legado, más allá de su genio y talento, destaco sobre todo que María Malibran abrió muchas puertas a las mujeres en el mundo del arte y de la música. Hay ciertas figuras y cargos en el ámbito de la cultura que han sido y siguen vinculados con lo masculino, como la dirección de orquesta, por ejemplo. Las mujeres seguimos luchando por derribar esas barreras. Y hay que dar las gracias a mujeres como María Malibran, porque fue una de las pioneras en esta lucha que todavía tiene un largo camino por recorrer. Moriría muy joven, con tan solo 28 años: una fatal caída de un caballo, junto a otras complicaciones de salud, la dejaron muy debilitada hasta fallecer, estando incluso embarazada de su segundo hijo, que nunca llego al mundo. Su pasión por la libertad, su valentía y su gran rebeldía nos han abierto el paso a las que hemos venido después.
María José Montiel
Mezzosoprano de carrera internacional, es Catedrática de Canto en la Universität der Künste de Berlín y académica de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Premio Nacional de Música en 2015.
Foto: María Malibran, en un retrato de Henri Decaisne.