Como #lecturasdeverano, continuamos con la publicación en abierto de las distintas entrevistas realizadas en la sección “Contrapunto”, publicadas en nuestra revista RITMO en su edición de papel, a personalidades de la cultura, y que solo estaban disponibles en dicho formato. En esta ocasión publicamos la realizada para la revista de marzo de 2024 (por Gonzalo Pérez Chamorro).
VICENTE MOLINA FOIX
El escritor ha publicado recientemente sus traducciones en Anagrama de dos obras de Shakespeare, La tragedia de Hamlet y La tragedia del rey Lear, coincidiendo además con el Lear de Reimann representado en el Teatro Real. Le damos la bienvenida en este contrapunto de marzo.
por Gonzalo Pérez Chamorro
¿Recuerda cuál ha sido la última música que ha escuchado?
La recuerdo perfectamente por lo variada que fue, ya que en el plazo de 40 horas escuché primero, en el ensayo general del Teatro Real, la poderosa música de Reimann en su ópera Lear, asistí al estreno de El castillo de Lindabridis, la comedia cantada y bailada de Calderón de la Barca en la sede de la CNTC, y terminé la segunda jornada de ese maratón en un concierto rave que el cantautor Javier Álvarez, uno de nuestros grandes chansonniers, dio en el Teatro del Barrio de Lavapiés. Músicas vivas y en vivo las tres. Aunque no todos mis días musicales son tan promiscuos ni tan fulgurantes.
¿Y recuerda cuál pudo ser la primera?
Seguramente, siendo niño, alguna romanza de zarzuela cantada a la hora del afeitado matutino por mi padre, que heredó su afición zarzuelística del suyo, mi abuelo Visént Molina Maset, colaborador y factotum del Maestro Serrano en la Valencia anterior a la Guerra Civil.
Teatro, cine, pintura, poesía… ¿A qué nivel pondría la música con las demás artes?
Son hermanas rivales las unas de las otras pero bien avenidas a la hora de conquistar el patio de butacas que ocupamos nosotros, sus prisioneros contentos.
Qué habría que hacer para que la música fuera pan de cada día…
En vez de racionarla, regalarla, y así crear adicción a sus proteínas.
¿Cómo suele escuchar música?
Bien sentado, atento, y si es de noche con una copita de grappa en la mano.
¿Qué ópera (o cualquier obra musical, etc.) le hubiera gustado componer?
Il ritorno d’Ulisse in patria, de Monteverdi, que además de su genialidad nos hace viajar e inventa un nuevo género de teatro musical.
¿Qué personaje le hubiera gustado cantar o interpretar en el escenario?
Calaf, en Turandot, porque acierta en sus adivinanzas y no deja morir al amor.
¿Teatro o sala de conciertos favorita?
El Teatro Romano de Mérida si es verano, el Palau de la Música de Barcelona bajo techo.
¿Un instrumento?
El violonchelo.
¿Y un intérprete?
El histórico contratenor Alfred Deller.
¿Un libro de música?
La correspondencia de Richard Strauss con su libretista, el poeta Hofmannsthal.
Por cierto, qué libro o libros tiene abierto ahora en su mesa de lectura…
Tengo dos. Uno breve, la deliciosa novela Los guapos, de Esther García Llovet, y el Epistolario de Francesco Petrarca en cuatro tomos; ya voy por el segundo.
¿Y una película con o sobre música?
La crónica de Anna Magdalena Bach (1968), de Jean Marie Straub.
¿Una banda sonora?
Cualquiera de las que compuso Bernard Herrmann para Hitchcock, y en especial la de Vértigo.
¿Cuál es el gran compositor de música española?
Luis de Pablo, que a lo largo de setenta años tanto hizo por romper la torpe insinuación de que la lengua española no casa bien con la ópera.
¿Una melodía?
Las de los Interludios Marinos del Peter Grimes de Britten.
¿Con qué música le gustaría despedirse de este mundo?
Con el Ternario de los Apóstoles en el Misterio de Elche.
¿Un refrán?
“No por mucho madrugar amanece más temprano”.
¿Una ciudad?
Venecia sin carnavales ni grandes cruceros.
Recientemente se han publicado sus traducciones en Anagrama de dos obras de Shakespeare, La tragedia de Hamlet y La tragedia del rey Lear. Al trabajar sobre ellas, ¿hasta dónde puede llegar su influencia?
Cualquier roce con Shakespeare abre el apetito literario, y yo he mantenido durante más de cuatro décadas un flirt que ha dado fruto: cuatro retoños librescos de gran volumen y unas quince criaturitas ensayísticas en forma de prólogos y epílogos. Así que aspiro a haber hecho algún mérito para ser admitido en la gran familia de este bardo prolífico.
¿Dónde se siente actualmente más cómodo, en la poesía, el ensayo, la novela o cómo articulista?
La poesía es una prueba que todo escritor debería pasar al menos como ejercicio de pre-calentamiento y búsqueda de metas superiores. El periodismo es una forma remunerada de seguir la realidad sin incurrir demasiado en la torre de marfil. Y la novela, si se tiene la suerte de vivir lo bastante, se parece a la vida, de ahí su gran éxito. Me gusta mucho leer y escribir cuentos, pero ahora estoy pensando en volver a la novela-río caudalosa.
¿Qué cree que le sobra a este país? ¿O qué le falta?
Le sobran bocazas y le faltan cabezas pensantes.
Háblenos de un trance cultural o musical en su vida que se le haya quedado grabado…
El haber tenido maestros, hombres y mujeres, que mostrándose tal como eran y mostrando lo que hacían en sus obras, me hicieron mejor de lo que era antes de conocerles.
Si pudiera retroceder a un momento de la historia de la humanidad, ¿dónde iría Vicente Molina Foix?
La Grecia de Platón.
¿Qué cosa le molesta en su vida diaria?
La impuntualidad.
Cómo es Vicente Molina Foix, defínase en pocas palabras…
Soy un hombre mediterráneo que ha vivido muchos años en climas septentrionales y ahora busca el calor de los mares del sur.
Foto © Alex Rosa / ACFI Press