La Orquesta Ciudad de Granada inicia su temporada 2022/23 con dos citas inscritas en el espacio barroco: Harry Christophers y la música para los reales fuegos (16 septiembre), y Paul Goodwin y la música acuática (23 septiembre), serán los protagonistas de los primeros conciertos de la formación granadina antes del comienzo de su temporada sinfónica, que tendrá lugar el 30 de septiembre y 1 de octubre, ya bajo la batuta de su director artístico Lucas Macías, que en su primer programa de temporada estrenará la obra Tres Guerreros del compositor granadino José López-Montes.
SEPTIEMBRE 2022
espacio BARROCO
Colabora HOTELES PORCEL
viernes 16 septiembre 2022
AUDITORIO MANUEL DE FALLA, 19:30 h
MÚSICA PARA LOS REALES FUEGOS
George Friedrich HAENDEL
Música para los reales fuegos artificiales, HWV 351
Saul, HWV 53 (Sinfonía, Welcome mighty King, David his ten thousands slew)
Joseph HAYDN
Sinfonía núm. 103 en Mi bemol mayor, “Redoble de timbal”, Hob.I/103
La Creación, Hob.XXI/2 (Achieved is the glorious work)
Sinfonía núm. 100 en Sol mayor, “Militar”, Hob.I/100
CORO DE LA ORQUESTA CIUDAD DE GRANADA
(Héctor E. Márquez director)
HARRY CHRISTOPHERS director
Invitado habitual de prestigiosas orquestas sinfónicas e importantes compañías de ópera de todo el mundo, vuelve Harry Christophers al frente de la Orquesta Ciudad de Granada y Coro de la OCG en la primera cita del espacio barroco. Christophers es un director que proviene del mundo coral y por tanto un gran conocedor del mismo, así que el resultado de su trabajo con agrupaciones corales es absolutamente inmejorable. Una excelencia que hace extensiva a las orquestas con las que trabaja, por lo que la imbricación entre ambas agrupaciones resulta tan excelente. En el programa elegido, Haendel y Haydn, volveremos a disfrutar de su naturalidad y gesto académico, su extrema atención al detalle y su característica vitalidad en la dirección.
viernes 23 septiembre 2022
AUDITORIO MANUEL DE FALLA, 19:30 h
MÚSICA ACUÁTICA
Jean-Philippe RAMEAU
Les Boréades, suite
Carl Philipp Emmanuel BACH
Sinfonía núm. 1 en Re mayor, H 663 Wq 183
Georg Friedrich HAENDEL
Música acuática, HWV 348-350
PAUL GOODWIN director
Paul Goodwin, notabilísimo músico inglés, un día oboísta de reputación internacional, y hoy excelente director, se pone al frente de la OCG por primera vez en la segunda cita del espacio barroco. Tras sus estudios en la prestigiosa Guildhall School de Londres fue solista de oboe de The English Concert y The London Classical Players. A partir de 1996 se dedica exclusivamente a la dirección, especializándose con el legendario maestro finlandés Jorma Panula en la Academia de Música de Helsinki. Ha sido director asociado de The Academy of Ancient Music y principal director invitado de la English Chamber Orchestra. Es una de las más versátiles batutas inglesas, con un repertorio que se extiende hasta la música contemporánea, y ha estrenado composiciones de John Tavener, David Bedford, John Woolrich o Thea Musgrave. En el año 2007 obtuvo el premio de honor de la ciudad de Halle (Alemania) en reconocimiento a sus extraordinarios servicios a la obra de Haendel. Sus versiones, tanto en la ópera como en el campo sinfónico, han sido elogiadas por su contagiosa vitalidad.
espacio SINFÓNICO
viernes 30 de septiembre
y sábado 1 octubre 2022
Auditorio Manuel de Falla, 19:30 h
TRES GUERREROS
Johannes BRAHMS
Schicksalslied, op. 54 (Canción del destino)
José LÓPEZ-MONTES
Tres Guerreros *
Johannes BRAHMS
Sinfonía núm. 4 en Mi menor, op. 98
CORO DE LA ORQUESTA CIUDAD DE GRANADA
(Héctor E. Márquez director)
LUCAS MACÍAS director
*estreno absoluto, obra encargo de la OCG
Colaboran
ASOCIACIÓN AMIGOS DE LA OCG, MECENAS OCG 2022/23 y ASOCIACIÓN MUSICAL ACORDE DE LA COSTA DE GRANADA
Algunos apuntes sobre Tres Guerreros
por José López-Montes
Poco antes de recibir el encargo de esta obra para la Orquesta Ciudad de Granada, supe que el pintor José Guerrero había tenido su estudio durante un tiempo en la pequeña torreta que hay junto al acceso al Auditorio Manuel de Falla. Esta maravillosa circunstancia fue el pretexto para un proyecto sinfónico que casara bien con mis propios intereses musicales, conectados con la figura de Francisco Guerrero Marín, del que aprecio especialmente su obra orquestal. Aunque nunca conocí personalmente al compositor linarense, siempre he resonado intensamente con sus planteamientos musicales casi científicos, con su manera de entender la arquitectura sonora como cristales de tiempo, y con su modo de pensar la creación musical como un imperativo de exploración de terrenos de belleza inhóspita. Escuchar su música se parece a admirar una pared de roca: inabarcable en su complejidad y belleza a cualquier escala, pero perfectamente comprensible como un todo.
Si Francisco Guerrero puede ser el Xenakis ibérico, José Guerrero hace las veces del Rothko granadino. Desde mi punto de vista, la obra de ambos artistas tiene tantos puntos de toque como radicales diferencias. Ambos traslucen una sinceridad aplastante alejada de cualquier complacencia hacia la audiencia, lo que paradójicamente los hace atractivos y desafiantes para quien se acerca a sus producciones.
Por último, el tercer Guerrero llega de la mera coincidencia en el nombre de estos dos compositores andaluces tan importantes, y sirve de excusa para situar el último vértice de este triángulo, el vinculado con la pureza de la tradición renacentista, que no puede estar más alejada musicalmente de los postulados arquetípicos de la música sinfónica desde mediados del siglo XX. Este último contrapeso es la coartada perfecta para romper con ciertos lugares comunes de la música contemporánea y retomar la consonancia tratando de dotarla de significados nuevos, en antagonismo con el ruidismo y la densidad atonal.
Desde este punto de partida, Tres Guerreros concita tres planteamientos en permanente dialéctica orquestal: la transparencia melódica y armónica propia de la polifonía pretonal, el lenguaje rizomático, textural, áspero y opaco de la micropolifonía atonal, y los grandes lienzos sonoros monocromáticos de colores aparentemente simples y estáticos. Estos tres polos van a entrelazarse y alternarse en la primacía del tratamiento armónico, formal e instrumental.
La composición se apoya periódicamente en las campanas tubulares como referencia indisimulada a José Guerrero: al pintor se le permitió usar como estudio un espacio de la torre de la Catedral de Granada a cambio de ejercer tareas de campanero. Los toques de campana llegan como grandes marcas divisorias del tiempo, explicitando las coyunturas en la estructura modular de la pieza. De su espectro se extraen y derivan estructuras armónicas que desarrolla la orquesta. El resto de la percusión sirve a su vez como alter ego del set de campanas, como sombra y reflexión difuminada en el tiempo de la instantaneidad y corporeidad incontestable de cada tañido.
El trío formado por los dos fagotes y el contrafagot son también un elemento esencial, tratados casi siempre como un único instrumento de tres cabezas que pasa de la hosquedad a la ductilidad melódica en el registro grave.
La cuerda tiene especial protagonismo. Manejada como un grupo de 35 solistas con partes independientes, es la base de un magma polifónico donde la superposición y el cruzamiento de efímeros grupos camerísticos busca recrear grandes manchas de donde la uniformidad del tinte armónico permita fijar el oído en sonidos residuales que aquí reclaman el protagonismo, tales como el ruido de los ataques o las impurezas de los golpes de arco.
Campanas, fagotes y cuerda son las piedras angulares de la instrumentación. El resto de la madera y el metal tienen sobre todo labores de expansión tímbrica y dinámica de estas tres paletas sonoras centrales.
Podría trazarse una línea de conexión con la Suite Homenajes de Falla, que también hace un tributo múltiple. Sin embargo, Tres Guerreros no es en absoluto una sucesión de momentos musicales con referencias individuales, sino una pieza casi monolítica donde las alusiones al lenguaje y a la estética de los homenajeados están en liza todo el tiempo, aunque no desde un ánimo de recreación o juego poliestilístico: la invocación a estos tres gigantes, más que un acto de veneración, ha sido una manera de estimular mi propia imaginación ante la seductora idea de crear una síntesis coherente de tratamientos musicales completamente contrapuestos, en la búsqueda de la fuerza, la simplicidad y la brillantez requerida para abrir una temporada sinfónica que será la de la recuperación de la relación con el público.