Al conmemorar el centenario de la muerte de Giacomo Puccini (1858-1924), el Festival Internacional de Santander rinde homenaje a un gigante de la ópera cuya fama y talento trascendieron fronteras para convertirle en icono de su tiempo y epítome del género.
A través de manuscritos, fotografías y partituras, propiedad de Darío Fernández Ruiz (colaborador de RITMO), que las ha cedido temporalmente al Festival, esta exposición (ubicada en el hall de la Sala Argenta del Palacio de Festivales hasta el 12 de agosto) nos transporta al final de una era y nos aproxima a la intimidad de un compositor intrépido e intuitivo que anticipó la idea de espectáculo y el tipo de público que habitaría la modernidad.
Más allá del constante reconocimiento popular y del desapego de cierto sector de la crítica que nunca ha visto con buenos ojos la simplicidad de su música, nadie puede discutir la habilidad de Puccini para crear melodías y personajes inolvidables que todavía hoy nos siguen conmoviendo. Así lo intuyó el mismísimo Thomas Alva Edison cuando en una carta dirigida al maestro profetizaba: “Los hombres mueren, los gobiernos cambian, pero las canciones [sic] de La Bohème vivirán para siempre”.
La historia de la desdichada Mimì le proporcionó precisamente su primer gran éxito. Cuatro años después, en 1900, llegaría el de Tosca, lo que terminaría de consolidar su estatus en Italia y catapultar su fama hasta cotas de celebridad universal.
A partir de entonces, cada nueva ópera sería esperada con gran anticipación. Eran verdaderos acontecimientos sociales y culturales en los que participaban los grandes intérpretes del momento como Enrico Caruso o Arturo Toscanini y a los que acudían las personalidades del mundo político, económico y cultural más influyentes.
Puccini se desenvolvía con absoluta naturalidad en ese ambiente y solía supervisar la puesta en escena de sus obras, ya se tratase de su estreno absoluto o de la primera representación en tal o cual país. Esa constante movilidad refleja su compromiso con la perfección en cada producción y su deseo de estar involucrado en cada aspecto de la representación de sus óperas.
Por lo demás, Puccini vivía en permanente comunicación epistolar con sus amigos y colaboradores, a los que escribió miles de cartas que permiten conocer de primera mano sus preocupaciones y pensamientos, como puede apreciarse en la pequeña selección que aquí presentamos.
Cien años después de su muerte, Puccini nos deja no solo un legado musical de óperas aclamadas, sino también el testimonio de una inagotable pasión por la música. Su obra sigue siendo un pilar fundamental del repertorio operístico y reafirma su posición como uno de los compositores más grandes de todos los tiempos.
Lista de ítems que componen la exposición:
1. Sujetalibros de bronce con el busto sonriente del tenor Enrico Caruso (1873-1921) a partir de una caricatura realizada por él mismo en 1905 en Nueva York. Satisfecho con el resultado, Caruso realizó varias copias como ésta, con las que obsequiaba a amigos. Puccini recibió una de ellas, que aún se conserva en su casa-museo de Torre del Lago.
2. Programa de una gala celebrada en la Royal Opera House Covent Garden de Londres en honor de los Reyes de Dinamarca y en presencia de Giacomo Puccini el día 11 de junio de 1907. En ella, se representaron sendos actos de Madama Butterfly y La Bohème con la participación de tres de los mejores cantantes de la época: Nellie Melba, Emmy Destinn y Enrico Caruso. En este tipo de galas, los miembros más distinguidos del público recibían, como recuerdo, un ejemplar del programa impreso en seda. Éste perteneció a la esposa de David Lloyd George, por entonces Ministro de Hacienda y posterior Primer Ministro británico.
3. Carta autógrafa de Giacomo Puccini escrita en su casa de Milán (junto al Teatro alla Scala) y fechada el 4 de mayo de 1924, apenas seis meses antes de su muerte. En ella, solicita al periodista Matteo Incagliati (1873-1941) la identidad detrás del sobrenombre ‘El Secretario’ que firmaba una sección llamada ‘Las cosas secretas’ en el hoy desaparecido Giornale d’Italia y le informa de su intención de regresar a su casa de Viareggio para “dar el último toque a la Princesa Cruel”, en alusión a su inacabada ópera Turandot.
4. Fotografía dedicada por Giacomo Puccini al “distinguido artista” Alessandro Moreschi (1858-1922) en Roma el 16 de enero de 1900, dos días después del estreno absoluto de Tosca en el Teatro Costanzi. Moreschi era un artista en verdad distinto a los demás, por cuanto era el último castrato.
5. Fotografía dedicada por Giacomo Puccini al tenor Lamberto Belleri con motivo del estreno de La Fanciulla del West en Nueva York, en el que interpretó el papel de Postiglione (jinete). Belleri se mantuvo activo al menos hasta 1940.
6. Carta autógrafa de Giacomo Puccini escrita en su casa de Milán y fechada el 19 de enero de 1921. En ella, se dirige al arquitecto e ingeniero Vincenzo Pilotti (1872-1956) para comentar diversas cuestiones relativas a la construcción de la que sería su última casa y quejarse de los constantes retrasos que sufre. Finalmente, Puccini entraría a vivir en ella meses después. Situada en la calle de Michelangelo Buonarotti de Viareggio, en la actualidad se encuentra cerrada al público.
7. Primera edición de la partitura (reducción para canto y piano) de Il Trittico, dedicada en la primera página por Puccini y el libretista Giovacchino Forzano (1883-1970) a la “Señorita Gillovich” el 12 de enero de 1919, el día siguiente a su estreno en el Teatro Costanzi de Roma. El estreno absoluto había tenido lugar el mes anterior en Nueva York, pero Puccini no asistió.
8. Tarjeta postal autógrafa de Giacomo Puccini escrita en la Pensione Rossini de Prunetta el 2 de septiembre de 1913. En ella, anima a su amigo y compañero de caza Antonio ‘Tonino’ Bettolacci a que deje Torre del Lago y se una a él y a su acompañante [el compositor Carlo Carignani]. Puccini se había distanciado de su mujer y muy probablemente junto a él también se hallaba la aristócrata alemana Josephine von Stengel, con quien mantuvo un intenso romance por aquella época.
9. Segunda edición de la partitura (reducción para canto y piano) de La Bohème, dedicada a la “Señora Elena Michelozzi” el 30 de julio de 1900 en su casa de Torre del Lago, a donde acaba de regresar después de pasar un mes en Londres con motivo de la representación de esta ópera.
10. Tarjeta postal autógrafa de Giacomo Puccini escrita en el Grand Hotel Hungaria de Budapest el 20 de febrero de 1912. Puccini, que llevaba dos meses lejos de Torre del Lago, se encontraba muy descontento por la marcha de los ensayos de La Fanciulla del West, cuyo estreno tendría lugar nueve días después. No obstante, nada se aprecia en las cariñosas líneas que dedica a la Marchesina Ginori Lisci, cuya familia era la propietaria del lago en que Puccini solía cazar y, hoy en día, de unos reputados viñedos en la Toscana.
11. Carta autógrafa de Giacomo Puccini escrita en su casa de Milán el 5 de marzo de 1923. Puccini, por entonces presa de un profundo desánimo por su avanzada edad, el mal estado de su hermana Otilia -que fallecería tres días más tarde- y los problemas que le plantea la finalización de Turandot, escribe a Angelo Magrini, industrial toscano y amigo íntimo en sus últimos años de vida: “Está bien que Gigi [el hijo de Magrini] se quede en casa cuando venga a Milán el día 26. Salgo para Torre (del Lago) pasado mañana o como muy tarde el jueves. Recibí el poema – bueno – un poco libre, pero sincero. Saludos a las damas y a Nello”.
Foto: Una de las vitrinas de la exposición / © Pedro Puente