El Gran Teatre del Liceu acoge el 18 de marzo el estreno absoluto de Alexina B., una nueva ópera de la compositora Raquel García-Tomás, con libreto de Irène Gayraud y producción de Marta Pazos. La obra cuenta la historia real de Herculine Barbin, quien vivió en Francia a mediados del siglo XIX y constituye el primer testimonio documentado de una persona intersexual. Raquel García-Tomás (Premio Nacional de Música 2020) será la primera compositora que estrenará una ópera en el Liceu en el siglo XXI, y la segunda, después de Matilde Salvador (estreno 1974). En total, Alexina B. serán 4 únicas funciones (incluida la sesión LiceUnder35 que tendrá lugar el 20 de marzo). La obra ha sido realizada con una Beca Leonardo en Investigadoras y Creadoras Culturales 2020 de la Fundación BBVA.
Historia
Herculine Barbin, también conocida como Alexina B., vivió en Francia de mediados del siglo XIX y se suicidó en 1868, poco antes de cumplir 30 años, en una buhardilla pobre de París, en completa soledad. Incapaz de encontrar un espacio en la sociedad de su tiempo y comprender su propio cuerpo, decidió inhalar gas tóxico y provocarse la muerte por asfixia. Sin embargo, antes de morir dejó una autobiografía manuscrita que ha sido de gran valor para conocer su historia: Barbin, que nació siendo una niña y murió siendo un hombre —un juez le permitió registrarse civilmente como hombre y adoptar el nombre de Abel—, relata en sus memorias el primer testimonio documentado de una persona intersexual. Según la ONU, “las personas intersexuales nacen con características sexuales (incluyendo genitales, gónadas y patrones cromosómicos) que no se ajustan a las nociones binarias típicas de los cuerpos masculinos o femeninos. Los expertos calculan que hasta el 1,7% de la población nace con rasgos intersexuales”.
Al nacer, se le asignó el género femenino y se crió como niña. Pero al llegar a la pubertad, Alexina B. descubrió que su cuerpo no se desarrollaba como el resto de sus compañeras de escuela. Nunca tuvo la menstruación, por ejemplo. Su primer trabajo fue como institutriz en una escuela, donde conoció a Sara, la hija de Madame P., la directora del centro. Alexina, que sintió atracción por Sara, confirmó, tras su primer encuentro amoroso, que se sentía un hombre, y éste fue el comienzo de su camino de autoconocimiento en una sociedad que no estaba preparada aún para aceptar ni la intersexualidad ni el no binarismo de género. Tras varios exámenes médicos y una sentencia judicial, Alexina pudo cambiar legalmente de sexo, pero eso no solucionó nada, porque tampoco encajaba en el mundo de los hombres.
La ópera Alexina B. cuenta esta historia que la libretista Irène Gayraud conoció tras leer las memorias de Herculine Barbin, rescatadas en 1868 por el médico forense Regnier, editadas por el presidente de la Academia Francesa de Medicina, Auguste Tardieau —quien en suprimió fragmentos arbitrariamente, perdidos para siempre— y publicadas en 1978 por el filósofo Michel Foucault, después de localizar el texto en un archivo. El caso de Alexina, además de haber sido una fuente de estudio importante para entender mejor las vivencias de las personas intersexuales, es también la historia de un drama personal que supone el punto de partida para crear una ópera significativa para nuestro tiempo.
El núcleo artístico —Raquel García-Tomás en la composición, Irène Gayraud en la escritura y Marta Pazos en la dirección de escena— no sólo cuenta la historia de Alexina, sino que se adentra en su mundo interior confrontando los hechos de su vida con sus miedos, sueños y dudas, lo que permite crear, de este modo, un personaje que debe tomar decisiones imposibles, atrapado en un laberinto sin salida. Mientras el libreto se mantiene fiel al original de las memorias de Barbin, Raquel García-Tomás ha creado una música que funde el lenguaje actual con el del siglo XIX, citando a Franz Liszt (“Spozalizio” y “Bénédiction de Dieu dans la Solitude”) y la santa abadesa del s. XII, Hildegarda de Bingen, cuyos responsorios, “Favus Distillans” y “Ave Maria”, le sirven de inspiración para un par de escenas de esta ópera, en las que se explicita la tradición eclesiástica que se daba al internado.
La ópera Alexina B.
La historia de Alexina B. plantea un conflicto doble: por un lado, existe el drama interior de Alexina/Abel, persona intersexual incapaz de entender lo que le pasa, y por otro la indiferencia de una sociedad, la francesa de mediados del siglo XIX, que malinterpreta su condición y no encuentra soluciones para paliar su dolor. Esa circunstancia doble es la que articula el concepto escénico propuesto por Marta Pazos, en el que se alternarán 22 escenas repartidas en tres actos que combinan episodios de la vida de Alexina con una exploración de sus emociones: es un ir y venir entre el progreso argumental y la reflexión subjetiva, entre la historia -fría, a veces cruel- y las emociones confusas y desordenadas del personaje principal. En lo alto del escenario, por tanto, se superpondrán dos espacios casi siempre simultáneos, una acción dentro de otra acción, una burbuja íntima en la que Alexina podrá alejarse de la cárcel que le supone el mundo real, el d una sociedad que la observa con perplejidad sin comprender su diferencia.
Por ejemplo, la ópera comienza con una imagen feliz de la vida de Alexina jugando de niña con sus compañeras de internado: en ese momento, cuando aún no ha entrado en la pubertad, vive en un espacio emocional que no le plantea conflictos. Pero inmediatamente sabremos, que varios años más tarde, se ha suicidado: el médico forense que levanta su cadáver identifica a Abel como un “hermafrodita” y celebra su suerte por poder examinar un caso tan singular. ¿Qué ha pasado mientras tanto?
El desarrollo argumental de la ópera cuenta la historia de Alexina, quien, al empezar a trabajar como institutriz, se siente atraída por una compañera: Sara, hija de Madame P., la directora del internado. La primera noche de amor con Sara supone una metamorfosis para Alexina, quien empezará a referirse a sí misma en términos masculinos. Tras entender y aceptar su identidad, iniciará un viaje para reivindicarse como hombre. Pasará distintos exámenes médicos, confesiones religiosas y judiciales hasta conseguir constar como hombre en el registro civil, donde adoptará el nombre de Abel Barbin. Pero ese cambio no le traerá felicidad. Como le es imposible volver al internado, donde la entrada sólo estaba permitida a las mujeres, y es incapaz de adaptarse a su nueva vida en París, Abel acabará suicidándose en 1868.
La historia de Alexina B. pasó en el siglo XIX, y tanto el libreto como la música o la producción remiten parcialmente a este mundo: García-Tomás ha creado una partitura en la que confluyen diversos tipos de lenguaje tanto actuales como del pasado (con citas en la música de Franz Liszt y Hildegarda de Bingen). El vestuario, diseñado por Silvia Delagneau, juega con las tensiones entre el sistema y el individuo; la escenografía, de Max Glaenzel, nace de una abstracción de la arquitectura institucional que se transforma a través de la maquinaria, la videoproyección (creada por García-Tomás) y los telones pintados. Todo ello acompañado por la iluminación de Nuno Meira, que transforma y rompe el espacio, potenciando y jugando con el color central de la producción: un verde liquen que se aferra y se cuela por todos los rincones.
En escena
Al ser una ópera de nueva creación, Raquel García-Tomás ha compuesto a Alexina B. teniendo en cuenta varias voces específicas: los dos papeles principales, por ejemplo, están escritos de manera específica para la mezzosoprano Lidia Vinyes-Curtis, que tendrá el papel protagonista de Alexina, y para la soprano Alicia Amo, que encarnará el rol de su amiga y amante, Sara. La historia de Alexina B. cuenta con muchos personajes, los hay importantes para el desarrollo de la trama, y otros de entidad menor, y las tres voces que completan el quinteto de intérpretes del estreno se repartirán varios roles.
La soprano Elena Copons se encargará de varias figuras centrales en la vida de la protagonista, como su madre, la directora de la escuela, Madame P., y la madre superiora del internado en el que se educa Alexina, Sor Marie des Anges, además de encarnar al policía que descubrirá el cadáver de Abel Barbin. Por su parte, el contratenor Xavier Sabata desarrollará una serie de personajes que, en conjunto, simbolizan el poder institucional y el patriarcado, como el doctor Goujon, que levantará su cadáver, los médicos que examinarán a Alexina, Monseñor, que acepta la su confesión, y el juez que dictamina que su cambio de sexo en el registro civil es posible. Finalmente, la mezzo Mar Esteve será quien encarne a Alexina joven, su amiga Léa, una pupila del convento en el que se educa a Alexina y una alumna del internado donde dará clases. En esta ópera habrá una sexta voz central: el coro infantil que dará vida al conjunto de pupilas y alumnos que forman parte de la educación y la vida laboral de la protagonista, y del que se encargará el Cor Vivaldi-Petits Cantores de Cataluña. El libreto está en francés, y las partes vocales siguen el texto original.
La dirección musical del estreno correrá a cargo del maestro Ernest Martínez-Izquierdo, que trabajará con la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu en versión sinfonietta, ya que Raquel García-Tomás ha escrito una partitura pensada para un conjunto reducido de instrumentos, formado por vientos, arpa, piano, sección de cuerdas y electrónica registrada previamente.
Foto: Imagen del ensayo de la ópera Alexina B., de Raquel García-Tomás / © A. Bofill