Continuamos la publicación de las distintas entrevistas realizadas en la sección “Contrapunto”, publicadas en nuestra revista RITMO en su edición de papel, a personalidades de la cultura, y que solo estaban disponibles en dicho formato. En esta ocasión publicamos la realizada para la revista de octubre de 2020 (por Gonzalo Pérez Chamorro)
Contrapunto 29: ESPERANZA D’ORS
La escultora madrileña Esperanza d’Ors realiza una personal lectura de los mitos clásicos en sus creaciones. El pasado 15 de septiembre inauguró exposición en la galería Tiempos Modernos (calle Arrieta, Madrid), “una exposición más para la construcción de ese edificio que debe acabar siendo toda obra de un artista”. Bienvenida a este rincón de preguntas intrépidas.
(foto © Carmen Ballve)
¿Recuerda cuál ha sido la última música que ha escuchado?
Una nueva versión de J’attendrai, que me acaba de enviar mi hermano Juan, músico, canción popular compuesta en 1933, de Oliveri y Poterat, que mi padre me cantaba cuando era muy pequeña y que casi convertía en canción de cuna.
¿Y recuerda cuál pudo ser la primera?
Como me eduqué en el Colegio Alemán, las canciones alemanas infantiles como Ich gehe mit meine Laterne y Fuchs du hast die Gans gestohlen.
Teatro, cine, pintura, poesía… ¿A qué nivel pondría la música con las demás artes?
Cuando nos perdemos o en la oscuridad, lo primero que hacemos es cantar para no sentirnos solos, para consolarnos. La música es por tanto la más poderosa de las artes.
Qué habría que hacer para que la música fuera pan de cada día…
No separarla nunca de la formación básica del ser humano.
¿Cómo suele escuchar música?
Me acompaña casi siempre en el taller, en el coche, de día o de noche.
¿Qué ópera (o cualquier obra musical, etc.) le hubiera gustado componer?
Por el enorme respeto que tengo a cualquier creación artística y no siendo músico, esto es algo muy difícil de responder para mí.
¿Qué personaje le hubiera gustado cantar o interpretar en el escenario?
Como estudié interpretación teatral, puedo contar que fue una experiencia inolvidable interpretar a Juana de Arco, dirigida por Ignacio Amestoy. Investigamos las actas del proceso que la llevó a la hoguera y recorrimos en Francia los escenarios por los que transcurrió su aventura humana.
¿Teatro o sala de conciertos favorita?
Me suelen gustar mucho más las salas pequeñas que los grandes auditorios. Por ejemplo, prefiero en los Teatros del Canal de Madrid, antes la Sala Verde que la Sala Roja.
¿Un instrumento?
Siempre la voz humana, y, si no, cualquiera de cuerda.
¿Y un intérprete?
Maria Callas y Leonard Cohen.
¿Un libro de música?
Más que libros de música, como soy muy aficionada a leer biografías de artistas, acabo de leer Ataúlfo Argenta: música interrumpida, de Ana Arambarri.
Por cierto, ¿qué libro (o libros) tiene abierto ahora en su mesa de lectura…?
He pasado el verano con los dos tomos de Sobre los artistas, de John Berger, y con El mundo de ayer. Memorias de un europeo, de Stefan Zweig.
¿Y una película con o sobre música?
West Side Story, de Robert Wise y Jerome Robbins.
¿Una banda sonora?
Cualquiera de Hans Zimmer o Ennio Morricone, pero he llorado siempre con la de La lista de Schindler, de John Williams.
¿Cuál es el gran compositor de música española?
Manuel de Falla. Pero quiero rendir tributo al maestro Ángel Barrios, que me dedicó una composición, Un viejo romance, para guitarra, cuando era muy niña.
¿Con qué música le gustaría despedirse de este mundo?
Quizá con Stand By My, pero cantada por John Lennon, con la ilusión de no ser olvidada.
¿Un refrán?
Más que un refrán, una frase de mi abuelo Eugenio d’Ors: “Sólo una cosa te será contada y es tu obra bien hecha”.
¿Una ciudad?
Hay dos ciudades donde sueño colocar alguna de mis criaturas. Una es Cádiz, con su poderosa y mítica cornisa, y otra es la vieja y multirracial Toledo. Pero adoro Madrid; es mi ciudad.
Estrenó en septiembre una nueva exposición en Tiempos Modernos. ¿Qué nos puede decir de ella?
Es una exposición más para la construcción de ese edificio que debe acabar siendo toda obra de un artista. Tras mi incursión en el gran y dramático tema de nuestro tiempo que son las obligadas migraciones, con Contenedores y Todos somos trashumantes, esta exposición, El Jardín de las Hespérides, es un irónico pero amoroso acercamiento a los mitos femeninos y el papel que la historia de la cultura nos ha hecho jugar a las mujeres.
¿Qué cree que le sobra a este país? ¿O qué le falta?
Le sobra talento y le falta el reconocimiento de que somos ese hermoso país del que nadie se quiere ir.
Nieta de Eugenio d’Ors, ¿ha sentido la obligatoriedad de la cultura como parte del apellido?
Nunca me ha pesado mi apellido. Me considero una privilegiada al haber crecido rodeada de libros y obras de arte. La exigencia que sentía al llevarlo ha servido para intentar dar siempre lo mejor de mí misma, con la misma generosidad con la que la vida me entregó este regalo.
¿Cómo definiría su escultura?
Creo que es un canto de gratitud a ese mar al que pertenezco, el Mediterráneo, y a la belleza que fue capaz de producir y dejar ante nosotros.
¿Están los jóvenes suficientemente atentos al arte, por ejemplo a la escultura?
Desgraciadamente la deriva de nuestra enseñanza se ha apartado de todo lo que significan las humanidades. El resultado no puede ser más que de una incertidumbre desoladora.
Si pudiera retroceder a un momento de la historia de la humanidad, ¿dónde iría Esperanza d’Ors?
Creo que me gustaría aparecer, aunque fuera por un instante, en el antiguo Egipto, o vivir el entusiasmo de un Pericles al lograr poner en pie el Partenón.
¿Qué cosa le molesta en su vida diaria?
Lo que más me duele de nuestro tiempo es la insoportable indiferencia ante la realidad que expresan mis contemporáneos.
Cómo es Esperanza d’Ors, defínase en pocas palabras…
Alguien a la que le cuesta mucho vivir sin creer en que es posible la concordia entre nosotros.