Continuamos este mes de agosto con la publicación de las distintas entrevistas realizadas en la sección “Contrapunto”, publicadas en nuestra revista RITMO en su edición de papel, a personalidades de la cultura, y que solo estaban disponibles en dicho formato. En esta ocasión publicamos la realizada para la revista de diciembre de 2021 (por Gonzalo Pérez Chamorro)
Contrapunto 29: JAVIER ELZO
Damos la bienvenida al catedrático Emérito de Sociología de la Universidad de Deusto, un sociólogo especializado en el comportamiento y los valores de la Juventud, que confiesa ser “abuelo de cuatro deliciosos nietas y dos nietos, enfermizo escribidor que pocos leen, defensor de la ecuanimidad, amante del buen vino y del whisky de malta”.
¿Recuerda cuál ha sido la última música que ha escuchado?
La Novena de Bruckner por Bruno Walter, esta mañana.
¿Y recuerda cuál pudo ser la primera?
Probablemente el aurresku que se toca y danza en el País Vasco, en señal de bienvenida o reverencia a una autoridad, o a una persona singular.
Teatro, cine, pintura, poesía… ¿A qué nivel pondría la música con las demás artes?
Por encima de las demás. Como escribe George Steiner “el modus operandi de la experiencia musical, la fuerza vital de su inutilidad, la maestría sin control que puede ejercer sobre nuestras mentes y cuerpos, sigue siendo tan inextricable como la música en sí”.
Qué habría que hacer para que la música fuera pan de cada día…
Llevar la música, también la clásica, a la calle.
¿Cómo suele escuchar música?
Escuchar, escuchar, solo, y solamente escuchando la música.
¿Qué ópera (o cualquier obra musical, etc.) le hubiera gustado componer?
Parsifal, la Novena de Beethoven y El Clave bien temperado.
¿Qué personaje le hubiera gustado cantar o interpretar en el escenario?
Gurnemanz.
¿Teatro o sala de conciertos favorita?
Como sala de conciertos, la Philharmonie de Berlín. Como teatro, Bayreuth.
¿Un instrumento?
El piano.
¿Y un intérprete?
Sviatoslav Richter.
¿Un libro de música?
Beethoven, de Jan Swafford.
Por cierto, qué libro o libros tiene abierto ahora en su mesa de lectura…
Uf, varios. Los más recientes: Wagnerismo, de Alex Ross, y Une histoire de la philosophie. La constellation occidentale de la foi et du savoir · Vol I, de Jürgen Habermas.
¿Y una película con o sobre música?
No sabría responder…
¿Una banda sonora?
La de la película La Misión.
¿Cuál es el gran compositor de música española?
Manuel de Falla.
¿Una melodía?
Dos: Schubert, Die Ständchen (Serenata) y el segundo tema del tercer movimiento de la Novena de Beethoven.
¿Con qué música le gustaría despedirse de este mundo?
Con el motete Locus iste de Bruckner.
¿Un refrán?
“Al concierto se viene tosido”.
¿Una ciudad?
París.
¿Existe alguna razón que desvincula a los jóvenes de la música clásica?
Que apenas la escuchan. Es difícil amar lo que se desconoce.
Se habla de la música como terapéutica, pero Tristán e Isolda, Gesualdo o Wozzeck pueden provocar más inquietud que sosiego…
A mi Wozzeck sí, pero Tristán no. Ambos me llegan al “intimior intimo meo”, que Agustin de Hipona aplica a Dios. Y, yo, también a la música.
De sus libros publicados, ¿cuál es su ojito derecho?
En parte porque es un libro muerto en el que puse mucho empeño y apenas se vendió, tanto que la editorial ha destrozado los que tenía en su almacén: ¿Quién manda en la Iglesia? Notas para una sociología del poder en la Iglesia Católica del siglo XXI (Madrid 2016, 336 páginas).
¿Qué cree que le sobra a este país? ¿O qué le falta?
A la sociedad española le sobra la cultura de la queja. Le falta “historicidad”: el empuje y capacidad de hacerse a sí misma sin depender tanto del Estado providencia.
Háblenos de un trance cultural o musical en su vida que se le haya quedado grabado…
La escucha de la inmensa Octava Sinfonía de Bruckner por Sergiu Celibidache con su Filarmónica de Múnich en la extinta Sala Pleyel de París, en torno a 1986. Me dejó sin habla veinte minutos.
Si pudiera retroceder a un momento de la historia de la humanidad, ¿dónde iría Javier Elzo?
Como melómano a la Viena de Mozart, Haydn y Beethoven. Como sociólogo a los primeros años del siglo XX con Weber, Troeltsch, Durkheim…
¿Qué cosa le molesta en su vida diaria?
El ruido.
Cómo es Javier Elzo, defínase en pocas palabras…
Un tipo raro. Católico crítico en una sociedad muy secularizada, casado una sola vez, padre de un hijo y una hija de matrícula, abuelo de cuatro deliciosos nietas y dos nietos, enfermizo escribidor que pocos leen, defensor de la ecuanimidad, amante del buen vino, whisky de malta y orujo gallego, de los te dan gratis tras un almuerzo.
por Gonzalo Pérez Chamorro
foto © Juantxo Egaña