Música clásica desde 1929

Don Pasquale de Donizetti inaugura la temporada del Liceu con Josep Pons a la batuta

18/09/2022

El Liceu abre las puertas de la segunda temporada de su 175 aniversario buscando la carcajada del público con Don Pasquale de Donizetti, una de las obras más representativas de la ópera soplo y considerada por muchos una de las mejores junto con Il Barbieri di Siviglia. Un año más, el maestro Josep Pons se encarga de dirigir la primera ópera de la temporada, que estará en el escenario del Gran Teatre del 21 de septiembre hasta el 9 de octubre. En esta ocasión la producción de Don Pasquale viene de la mano de Damiano Michieletto, estrenada en la Opéra de Paris en 2018.

Aunque Gaetano Donizetti escribió varios títulos cómicos durante su carrera, entre ellos clásicos como El elisir d'amore y La fille du regiment, la ópera soplo no fue su especialidad ni su preocupación principal. Como compositor profundamente romántico, Donizetti dio su máximo en las tragedias ambientadas en una edad media nebulosa, un entorno perfecto para exaltar pasiones a través de sus melodías. Ahora bien, era plenamente consciente de que él era el último eslabón en una cadena histórica –formada por Pergolesi, Mozart y Rossini– que estaba preocupada a proporcionar al público el humor popular.

En 1943, cuando Donizetti ya vivía su último período artístico, la ópera soplo ya no era la expresión de la moda del momento, sino un estilo que más bien retrocedía; las últimas grandes obras del estilo cómico italiano sólo destacaron hasta finales del XIX, con el Falstaff de Verdi y la breve Gianni Schicchi de Puccini. Sin embargo, el estilo cómico era válido para poner de manifiesto temas que hacían empeñar a Donizetti: la afirmación del alma romántica y el deseo de emancipación del individuo, y especialmente de la mujer –en esta obra, más que Don Pasquale, la protagonista es Norina.

La ópera bufa venía de la commedia dell’arte, una especie de teatro de calle que desde el Renacimiento servía para ridiculizar los vicios y los arquetipos sociales, y Donizetti se inspiró en los personajes típicos, como Pantalone –el viejo rumiador–, Colombina –la joven espabilada y llena de gracia– o Arlecchino –el joven enredador– para tejer una trama que inicialmente esbozó el libretista Giovanni Ruffini.

La ópera bufa italiana del XVIII era de tipo costumbrista y ligera, una comedia de enredos con criados impertinentes y sin mucha profundización. Pero Donizetti partía de una línea más evolucionada, que había iniciado Mozart: aprovechó el estilo humorístico para poner en entredicho el orden jerárquico de su tiempo o exponer el lado oscuro del alma humana. Don Pasquale pertenece a esta línea vanguardista, ya que más allá de las situaciones cómicas y la música refrescante, se adentró decididamente en el espíritu romántico, revolucionario y transgresor, para conseguir una obra primordial del humor y de la crítica social.

La producción

La ópera original de Don Pasquale no es tan sólo una historia cómica sobre el comportamiento desmedido de un hombre en el crepúsculo de su vida, es también una crítica al contexto sociocultural del s. XIX de Donizetti. Los vicios anticuados chocaban con una sociedad que cambiaba a toda velocidad. Donizetti no tiene tan sólo una mirada moderna porque carga contra los matrimonios pactados y de conveniencia, y defiende la emancipación femenina en las nuevas ideas románticas. Lo es sobre todo porque apuesta por hacer una crítica a los hábitos inmovilistas y apuesta por una actitud atrevida. Por eso Don Pasquale puede ir más allá del humor y compartir un mensaje ético, al que Michieletto se abona aplicadamente con su propuesta.

La producción, que dispone de una escenografía arriesgada de Paolo Fantin y un interesante uso de recursos como el croma, aportado por Roland Horvath, sitúa la acción en un marco más abstracto que natural. La casa de Don Pasquale es, en la propuesta de Michieletto, no mucho más que una estructura minimalista esbozada: el techo se resuelve con un juego de luces fluorescentes, no hay paredes, ya medida que la obra avanza los contornos de la casa se van desvaneciendo.

Es una metáfora de cómo Don Pasquale, poco a poco, lo va perdiendo todo –este será el castigo–, mientras que Norina y Ernesto, con la complicidad del Dottor Malaesta, ganan espacio, libertad y futuro. Todas estas ideas se refuerzan con acciones escénicas al margen de la actuación y la música: con pensamientos sobrepuestos en vídeo por medio del croma, y ​​el uso esporádico de títeres que nos hacen entrar en la psique profunda de los personajes –especialmente la de Don Pasquale –, podemos entender las razones, traumas y opciones de cambiar para mejorar. Aunque no siempre se ha destacado en otras producciones, en esta ópera hay moralidad, y Damiano Michieletto da una importancia primordial.

Sin embargo, se sigue identificando la befa y la carcajada porque, de hecho, son aspectos fundamentales dentro de la ópera de Don Pasquale. Todos los enredos –sobre todo cuando Norina aparece como Sofronia y empieza a poner la casa del viejo boca abajo– están forzados al máximo. Este punto de caos, de disparates en cadena, son importantes en la producción. Pero no es lo único que motiva a Michieletto, ya que ha decidido que aportar sólo entretenimiento no hace justicia a Don Pasquale. El mensaje de fondo es que los cambios son inevitables y que es necesario ser flexible cuando acontecen, un aviso tan necesario en 1843 como hoy en día.

Don Pasquale es un título principal del bel canto italiano y esto significa que la melodía brilla en todas las escenas de la ópera. Sin embargo, la labor orquestal de Donizetti fue profundamente renovadora en su día, y en diversos aspectos Don Pasquale se acerca al Verdi futuro ya la vez se aleja del modelo pasado de Rossini. La música y la acción están estrechamente ligadas, existe una dimensión teatral trabajada y la partitura está llena de matices expresivos. No es pues un simple acompañamiento, sino que se convierte en toda una fuerza en sí misma. Éste es el aspecto que ha atraído al director musical del Gran Teatre del Liceu, Josep Pons, para encarar las nueve funciones de Don Pasquale: hacer brillar la orquesta, buscar al compositor imaginativo, y no solo lírico, que como fue Donizetti.

Esta inusual expresión melódica necesita un reparto excelente de grandes voces para hacer que el bel canto sea posible. El cuarteto principal de Don Pasquale estará defendido por un equipo equilibrado de veteranía y juventud, experiencia y frescura y, por supuesto, humor y emoción. En el rol titular se encuentra Carlos Chausson, uno de los mejores bajos-barítonos buffos de su generación, y su equivalente italiano, Alessandro Corbelli. Ambos hace años que cantan y pulen los detalles del personaje, empapándolo de los matices tiernos, grotescos o absurdos que lo hacen adorable. El personaje del Dottor Malatesta, mucho más pícaro, lo cantarán dos barítonos jóvenes: el polaco Andrzej Filonczyk y el catalán, Carles Pachón.

Entre las voces agudas que deben dar vida a la pareja de Ernesto y Norina, también habrá mucha juventud y, sobre todo, confianza en el talento emergente. Los tenores que asumirán Ernesto serán el donostiarra Xabier Anduaga y el argentino, Santiago Ballerini. Y Norina, ese papel tan difícil y al mismo tiempo divertido, estará en buenas manos, las de la joven tarraconense Sara Blanch –una estrella firme del Liceu actual– y la barcelonesa Serena Sáenz, que ya encandiló al público del Liceu hace dos temporadas con otro gran papel de Donizetti, Lucia di Lammermoor.

Argumento

Don Pasquale, un viejo rico y avaro, ha decidido casarse y buscar un heredero porque está decepcionado con su sobrino Ernesto, que en vez de aceptar el matrimonio por interés que le ha propuesto, prefiere elegir por amor una joven viuda, Norina. Don Pasquale quiere castigar a Ernesto y pide a su amigo, el Dottor Malatesta, que le busque esposa. La intención del viejo es ridícula, por lo que sus parientes le quieren dar una lección: Norina se hará pasar por la falsa hermana de Malatesta, Sofronia, y una vez tenga el control de la casa se convertirá en una mujer mandón que enloquece a Don Pasquale. Éste, para liberarse del tormento, pedirá el divorcio y aceptará que Ernesto se case con Norina. Una vez descubierto el engaño, el anciano se llevará una lección humillante.

Inauguración de temporada: el salto al vacío

Esta temporada 2022/2023 es la segunda temporada que conmemora el 175 aniversario y se inaugurará el próximo 21 de septiembre de 2022 con Don Pasquale de Donizetti. Sin embargo, la apertura definitiva de las puertas del Teatre irá precedida por un concierto previo el día 20 de septiembre dirigido por el reconocido maestro Gustavo Dudamel. Dirigirá l’Orchestre de l’Opéra National de Paris para interpretar la 9ª sinfonía de Mahler en una actuación que ya ha vendido todas las localidades. Para aquellos afortunados que tengan entrada, es una buena oportunidad para dejarse seducir por un gran mahleriano como Dudamel: no hay nadie como él para crear esa adicción a compositores y repertorios.

Ésta es también la temporada en la que se da un paso más en la digitalización de los contenidos que ofrece el Liceu. Con el 175 aniversario, el Gran Teatre quiere poner de manifiesto su historia, su trayectoria artística y su relevancia en el contexto sociocultural y económico a lo largo de los años. Coincidiendo con esta efeméride y con la intención de recordar las producciones más icónicas, la pasada temporada ya se puso en marcha la plataforma audiovisual Liceu+. Este 2022/2023 el Liceu lanza el Liceu+LIVE, un abono digital que permitirá ver espectáculos en directo y en alta calidad para poder disfrutar de la ópera en cualquier parte del mundo. El primer directo será Il trovatore, el 5 de noviembre de 2022 y se harán 4 más durante todo el curso.

Todo ello en una temporada 22/23 que invita a reflexionar sobre el concepto de dar un “salto al vacío”. Es una invitación al público del liceo para pasar de ser espectador a asumir un nuevo rol protagonista en los procesos artísticos; una acción conducida en la que el teatro ya no es un prescriptor sino un conector de experiencias y un mediador cultural para la sociedad. Es precisamente en ese cambio de relación donde nace una nueva intensidad y el auténtico salto al vacío. Es la temporada en la que es necesario tomar decisiones, posicionarse y actuar con determinación. Sólo sacando adelante podremos saber si las decisiones tomadas conjuntamente han sido las acertadas.

Foto: Ensayos en el Liceu de Don Pasquale / © Mario Wurzburger - David Ruano

 

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