La soprano Natalia Labourdette realiza un tour de force y encarna con solvencia y mucha fuerza a las dos protagonistas de la pieza.
La obra parte de la figura real de la condesa de San Luis, Carmen Díaz de Mendoza, escritora, pedagoga, escritora y activista feminista de finales del s. XIX y principios del s. XX
La dirección musical de Jhoanna Sierralta ha sido exquisita, así como la interpretación del Cosmos Quartet, la saxofonista Helena Otero y el percusionista Miquel Vich.
La pasada noche del día 8 de agosto, que era una de las más esperadas de este verano en el Festival Perelada, se ha estrenado en el Mirador del Castell la ópera de cámara contemporánea Don Juan no existe. Sobre lo que olvidamos y lo que permanece, compuesta por Helena Cánovas (Tona, 1994) por encargo del mismo festival, una condición que venía estipulada en las bases del Premio Carmen Mateu para jóvenes artistas europeos en el ámbito de la danza y la música, del que Cánovas ganó su segunda edición en 2021. En la noche de su brillante debut en el festival, aunque el miércoles ya pudimos escuchar una de sus piezas de canto coral durante el recital Renaissance Reloaded, Helena Cánovas ha mostrado el resultado de más de dos años de trabajo, de ir formando equipo con la directora de la puesta en escena, Bàrbara Lluch, con el autor del libreto, Alberto Iglesias y con la directora musical de la obra, Jhoanna Sierralta. El resultado ha sido una ópera en dos actos en la que este equipo artístico ha desmontado el mito de Don Juan y ha reivindicado el nombre de tantas y tantas mujeres que han sido menospreciadas, anuladas, borradas de la historia en todos los ámbitos – machismo y patriarcado son señalados-, por el mero hecho de ser mujeres. Es por este motivo que la compositora de Osona añadió al título un subtítulo: Sobre lo que olvidamos y lo que permanece. Se trata de una ópera que, aparte de tener una magnífica forma artística, empuja a la reflexión de forma descarnada, con un lenguaje llano, directo, prosaico, que no se permite ningún tipo de recurso literario para ir al meollo de la cuestión. Un aspecto que hace falta remarcar y que suele ser poco usual, es que este proyecto lo ha encabezado y llevado a buen puerto un equipo formado básicamente por mujeres fuertes, valientes y talentosas.
El eje argumental principal de esta ópera es un personaje que existió realmente y con el que Helena Cánovas se topó investigando por internet. Se trata de la condesa de San Luis, Carmen Díaz de Mendoza, una escritora, dramaturga, pedagoga y activista feminista de finales del s. XIX i principios del s. XX, autora de las piezas teatrales La pasión ciega y Don Juan no existe. Fue este segundo título que llamó la atención de la compositora, que descubrió que casualmente de la obra que hacía referencia al mito del seductor no se ha conservado absolutamente nada. Es sobre esta falta de material, sobre el hecho de que la condesa sea una figura desconocida -simbolizará a todas las mujeres borradas de la historia- que Cánovas ha construido su historia.
El primer acto de Don Juan no existe, que cuenta con tres escenas, sitúa la acción a principios del siglo XX, un día de representación en el palco de la Ópera Cómica de París. La condesa asiste a una representación de Don Giovanni de Mozart, acompañada de dos amigos. Entonces se revelan al público las reflexiones de Carmen Díaz de Mendoza, sobre la pieza que está presenciando, en un aria inicial muy bonita: "Aquí también se ha hecho fuerte el mito, envenenando el fondo de las almas de estos franceses". Su incomprensión ante la situación va in crescendo: "También aquí se aplaudirá al malhechor, el deshonor, el oprobio, la crueldad, el delito, la falta de moral" y clama contra la cosificación de la mujer. El contrapeso lo proporcionan los dos amigos de la condesa, Agustín y Miguel, que inician una discusión con la mujer, quitando importancia al comportamiento de Don Juan, considerando la pieza simplemente una fábula, un cuento, añadiendo que al público les es simpático y que , al fin y al cabo, no existe, es sólo un personaje. En las tres escenas de este primer acto, la música compuesta por Cánovas sigue a menudo las convenciones y estructuras clásicas del género.
En la siguiente escena, la segunda, la condesa se encuentra tratando de escribir su propia versión del Don Juan, para tratar de desmontarlo. Entonces establece una breve conversación con el espíritu del seductor al que le reprocha el sufrimiento causado, que rompe la aparición de Miguel cuando ella, sin embargo, está a punto de rendirse en brazos de Don Juan. La condesa ya ha escrito su obra y está lista para estrenar. La tercera escena muestra a una mujer abrumada ante el fracaso del estreno de su obra. “¿Tan terrible es proclamar que la mujer no es un objeto? ¿Es tan injusto pedir igualdad? ¿Por qué nos da tanto miedo el grito de las mujeres?”, se pregunta la condesa, para llegar a una conclusión: “Don Juan, por no existir, está en todas partes”. Sus dos amigos lo miran con prudencia y, cuando la condesa les solicita su parecer, se corta abruptamente la acción.
Durante el entreacto, una voz en off lee fragmentos de varios obituarios, empapados de hipocresía, cinismo y condescendencia, publicados en febrero de 1929 con motivo de la muerte de Doña María del Carmen Díaz de Mendoza y Aguado. Esto ha dado paso al segundo acto, que también consta de 3 escenas, en las que la acción se traslada a la actualidad. Una joven compositora -un alter ego de Cánovas- trabaja en su última obra, para la que indaga en la historia de la condesa y su pieza Don Juan no existe, que se estrenó en Buenos Aires y también en Madrid, pero de la que no ha quedado rastro. En otro plano, imaginario, los dos amigos apostillan sobre las reflexiones de la compositora, hasta que entra en escena nuevamente el espíritu de Don Juan, con el que la joven mantiene un combate dialéctico en el que Helena lo pone en raya y que acaba con la reflexión esencial: ¿Dónde está la condesa? ¿Dónde están todas las condesas de la historia? ¿Dónde están tantas y tantas mujeres excepcionales? ¿Qué ha pasado con ellas? En las tres escenas del segundo acto, donde la acción se traslada a la actualidad, pero donde, como en la primera parte, ha habido planos imaginarios e incluso oníricos, la música ha cambiado, no ha sido tan densa como en el primer acto, ha adoptado una forma más minimalista y se ha acentuado el uso de la electrónica en vivo, a cargo de la propia compositora, que ha modificado las voces y la música que interpretaba la formación de cámara. La pieza ha finalizado con una nube sonora, un cielo de decenas de nombres de mujeres menospreciadas o ignoradas por la historia, como Concepción Arenal, Zenobia Camprubí, María Teresa León, Jimena Menéndez-Pidal o la propia Carmen Díaz de Mendoza.
La soprano madrileña Natalia Labourdette, que permanece todo el rato en escena, ha protagonizado un verdadero tour de force, encarnando a la condesa en la primera parte y a la compositora en la segunda, con una gran suficiencia, dotando a sus personajes del carácter necesario, como modelo de mujeres inteligentes y con empuje. El tenor granadino Pablo García-López juega el papel de uno de los dos amigos, Miguel, que tiene una aria magnífica poco antes de llegar al cielo de nombres –de una exigencia técnica extrema para el cantante y para la orquesta-, mientras que el barítono madrileño David Oller, también dobla papel y encarna al otro amigo, Agustín, y el espíritu de Don Joan con mucho aplomo.
La dirección musical de Jhoanna Sierralta ha sido excelente, siempre atenta a los detalles. Sierralta ha tenido bajo su batuta una formación musical maravillosa, el cuarteto de cuerda Cosmos Quartet, formado por Bernat y Oriol Prat, Lara Fernández y Helena Satué, al que se le ha añadido Helena Otero (saxo), Miquel Vich (percusión) y la propia Helena Cánovas, que se ha encargado de la música electrónica. La puesta en escena de Bárbara Lluch es muy visual, sencilla y conceptual, dando al público un amplio margen de lectura. Lluch ha contado con Blanca Añón como diseñadora de la escenografía, Clara Peluffo por el diseño de vestuarios, Urs Schönebaum en el diseño de la iluminación, Sixto Cámara en el diseño de sonido y Paula Castellano como ayudante de dirección. Ésta es una coproducción del Festival Perelada, el Gran Teatro del Liceo y el Teatro de la Maestranza, con la participación del Teatro Real y de los Teatros del Canal. Antes de la función, en la Biblioteca del Castell, ha tenido lugar una conversación a la que han asistido unas sesenta personas, entre el libretista, Alberto Iglesias, la compositora, Helena Cànovas, y la directora de escena, Bárbara Lluch, que han hablado sobre el proceso de composición de la obra y su puesta en escena.
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Foto: Escena de Don Juan no existe
Crédito: © Toti Ferrer