Orquesta Sinfónica de Galicia
Prueba de resistencia para el aficionado por ambas obras, a consecuencia de la inmensa sensación de enfrentarse a dos obras que dejarán testimonio de una época de acuciantes urgencias. Patricia Kopatchinskaja pudo trasmitirnos el ideario de Schönberg en el Concierto para violín y orquesta op. 36, bajo el ojo clínico de Slobodeniouk, siguiendo en trazado en los tres tiempos de las exigencias de una técnica de un visible virtuosismo de largo alcance, al servicio de una obra de dodecafónica en su trayecto sonoro y discursivo. Cada uno de los movimientos respondía a las directrices en la superposición de un par de grupos de series, desde un recurso original como a la retrogradación. El autor llegaría a un desenlace inevitable, tras sus devaneos brahmsianos en lo que serían las variaciones desarrolladas, pero como manifiesto a conciencia de las urgencias evolutivas. La obra, una vez concluida, con una solista capaz de situarnos en sus parámetros a sabiendas de encontrarse ante un público al que convencer, definitivamente consiguió su objetivo, por la respuesta colectiva.
Mayor impacto para el Shostakovich de la Sinfonía nº 11, en Sol m. Op. 103 (El año 1905), Kryzsztof Meyer sostendrá más que una sinfonía en sentido estricto, es un poema sinfónico de grandes proporciones. Un Adagio sobre el canto fúnebre Kontaction y la cita de una canción revolucionaria o el Allegro en perfecta sintonía por la temática recurrente, que se confirmaría a través de la transfiguración de su obra coral sobre textos revolucionarios, en una disputa en la que los vientos se impondrían a las cuerdas, para entregarse a otro obsesivo Adagio encumbrado a través de los pizzicati de la cuerda grave, para que entre acordes estremecedores, la marcha testimonial reafirmada por abundancia de elementos tímbricos, insista en las recurrencia a esa idea motriz, con efectos percusivos contundentes y así hasta el encadenamiento en el final en una convulsa carga decibélica.
Imposible describir lo que la sinfonía de Shostakovich, como en las se anuncian en breve, consigue en su absoluta dimensión ante un auditorio entregado a la causa. Valga, en lo efectivo, el calificativo de poema sinfónico, porque el encorsetamiento de sinfonía quedará inevitablemente superado. Dima, que lo lleva en las entrañas, promete otro Shostakovich para dejarnos anonadados.
Ramón García Balado
Patricia Kopatchinskaja. Orquestra Sinfónica de Galicia / Dima Slobodeniouk. Schönberg y Shostakovich
Palacio de la Ópera, A Coruña
Foto: Patricia Kopatchinskaja.
Foto de Marco Borggreve