La figura de la compositora finesa Kaija Saariaho (1952) ha llegado tarde al mundo de la ópera, pero ha llegado para quedarse. Según sus propias palabras el año que llegó a París tuvo la oportunidad de ver San Francisco de Asís de Olivier Messiaen, 1983, con dirección de Peter Sellars y desde entonces empezó a orientar su labor hacia la composición de óperas, a falta de otro término que pueda evitar la ambigüedad semántica que este ofrece para nombrar tanto al Orfeo de Monteverdi, como Parsifal de Wagner o títulos como el que el Teatro Real de Madrid está poniendo en escena: Only the sound remains. Tras L’amour de loin (2000), Adriana Mater (2005) y Emilie (2008), siempre con dirección escénica de Peter Sellars, llega esta ópera, que en realidad es la suma de dos, Always Strong y Feather Mantle, dos obras de teatro Noh cada una con dos personajes, que son interpretados por dos cantantes, el contratenor Jaroussky como El espíritu de un joven y en la segunda un Ángel, y el barítono norteamericano Davone Tines como Sacerdote en la primera y Pescador en la segunda, a los que se añade una bailarina, Nora Kimball-Mentzos en Feather Mantle.
Ambas obras tienen una relación: el papel de la música y del arte como mediación para el mundo del más allá, de los espíritus. En Always strong, el guerrero-laudista Tsunemasa fallece en el campo de batalla y regresa para reunirse con su laúd; en Feather Mantle, la promesa del Ángel de bailar para el pescador si le devuelve su manto simboliza la danza como punto de encuentro entre el mundo físico y el ámbito espiritual. Para los dos cantantes es una obra de gran dificultad, en primer lugar porque tienen que estar en escena permanentemente y cantando durante los 45’ del primer acto y 48’ del segundo, lo que conlleva un tremendo trabajo actoral –piénsese que un personaje de ópera del s.XIX está en escena unos 30’- 40’ de las dos horas del espectáculo: son más a repartir y además el coro y la música orquestal también cuentan para su descanso-.
Y en segundo lugar porque obviamente en el estilo compositivo de Saariaho no predomina un concepto melódico antiguo. Que Jaroussky está en un momento excepcional tanto de voz como de presencia escénica y madurez, es notorio. ¡Quién nos iba a decir que una voz surgida para intentar representar con la mayor fidelidad histórica posible a los castrati tendría una segunda oportunidad en la música contemporánea! Además la elección por parte de Saariaho de este tipo de voz para representar lo espiritual es un acierto. En cuanto a Davone Tines, justamente merecedor de la fama a la que saltó por este título, realiza un trabajo escénico impresionante, además de poseer una voz flexible y de buen color baritonal. Peter Sellars firma un trabajo excepcional en su simpleza pero plagado de detalles exquisitos, incluyendo una iluminación portentosa donde el juego de sombras amplifica el significado del texto.
El acompañamiento de las voces no es una orquesta al uso, sino que la escritura de Saariaho se ha ido esencializando, destilándose, para con maestría conseguir ser fiel a sus paisajes musicales soñados. En este caso un cuarteto de cuerda, un percusionista que debe tocar hasta doce instrumentos distintos, un cuarteto vocal, una flautista que toca hasta cuatro tipos de flauta -¡qué mejor metáfora del paso de lo terrenal a lo celestial que el uso de la flauta bajo y contralto en el primer acto para pasar en el segundo acto a la flauta habitual y el piccolo!-, y el kantele, instrumento popular de cuerda pulsada de Finlandia, además del uso de la electrónica. Gran parte de la orquestación tenía como objetivo dar forma a la escena, la creación de un paisaje sonoro lleno de reverberaciones; pocas veces se ha podido observar de manera tan clara como la música es espacio: ecos de la última voz del Ángel en la voz de soprano o mezzo del cuarteto, o uso de los altavoces para que el kantele o la percusión se distribuyeran por el espacio. Todo el trabajo es de gran finura e imaginación compositiva. Tanto Meta4, como Theatre of voices y el resto de instrumentistas estuvieron sobresalientes.
El director de la velada fue Ernest Martínez Izquierdo, no el escrito en programa Ivor Bolton. Con un exceso de energía en su gesto en el primer acto, que necesita menos tensión pues el tempo es más bien andante y toda la música tiene una dinámica que se sitúa entre el mezzopiano y el pianissimo, probablemente producto de la tensión necesaria en su primera función, demostró ser un cómplice ideal para los cantantes en la escena y los músicos en el foso, muy atento a prestarle su ayuda en las entradas con la expresividad de sus manos y fue merecedor del aplauso final.
Si tiene la oportunidad de asistir, no espere una ópera al uso, sino un espectáculo donde cada nota, cada gesto, cada gradación de la luz tiene un significado, produciendo un resultado final de fascinación. No solo de dramas puccinianos debe vivir un amante de la ópera.
por Jerónimo Marín
* También podrá leerse la crítica a esta ópera en el número de diciembre de la Revista RITMO, firmado en esta ocasión por Francisco Villalba.
Only the sound remains de Kaija Saariaho. Teatro Real, 5/11/18
Philippe Jaroussky, El espíritu de un joven/Ángel. Davone Tines, Sacerdote/ Pescador. Nora Kimball-Mentzos, bailarina. Theatre of Voices. Meta 4 Quartet. Heikki Parviainen, percusión. Eija Kankaanranta, kantele. Camilla Hoitenga, flauta.
Peter Sellars, dirección escénica.
Ernest Martínez-Izquierdo, dirección musical.