A prueba de orquesta
Pablo Heras-Casado
Espasa, 227 páginas
Pablo Heras-Casado es sin lugar a dudas el más mediático de los directores de orquesta actuales; no hay que negar que su carrera ha sido meteórica, habiendo dirigido, ya a sus 41 años, las mejores orquestas del mundo, y habiendo bajado al foso de teatros como el Met. ¿Cómo es posible que alguien nacido en una familia no musical de Granada haya alcanzado semejantes cotas artísticas? Mal que bien todos hemos ido siguiendo, y alegrándonos, por qué no decirlo, de sus triunfos, pero gran parte de los detalles de cómo se ha forjado su carrera nos eran desconocidos.
A pesar de algún pequeño error que al corrector se le ha escapado (“bohardilla”, p. 131, es correcto aunque lo normal es “buhardilla”, pero su año de nacimiento 1997 -p. 195- es 1977, o alguna concordancia), este libro, escrito como “biografía a modo de bitácora”, es de lectura amena y no precisa de una preparación de musicólogo para su disfrute; antes bien, su propuesta es accesible a cualquier lector de nivel cultural medio con claras simpatías musicales. Y en él se encontrará una posible respuesta, la de Pablo Heras-Casado, a la pregunta de cómo se llega a ser director de orquesta (no busquen vacantes en Infojobs). Con una narración autobiográfica, que no esconde el lado pícaro y de improvisador que como andaluz tiene, y que en ningún momento cae en la hagiografía, va narrando las diferentes etapas desde sus inicios hasta el momento actual, pasando por todos los momentos clave y los golpes de suerte que ha tenido en las encrucijadas.
Vertebrado en treinta capítulos que se inician con su aterrizaje en Nueva York para la gala que iba a dirigir con motivo del 125 Aniversario del Carnegie Hall, el detonante de la narración es la inocente pregunta de un taxista: “Y eso, ¿para qué?”, refiriéndose al oficio de director de orquesta, lo que le da pié a repasar su trayectoria vital, trufando el texto de encuentros con sus mentores (Boulez, Cambreling, Domingo), anécdotas jugosas, y reflexiones sobre la existencia del arte y sus implicaciones sociales y políticas, además de comentarios breves y certeros que sitúan al lector adecuadamente sobre las obras que dirige o las orquestas con las que trabaja.
Y la gran lección que ofrece el libro, que carece de índice onomástico, lo cual siempre es de utilidad para una rápida consulta, y por lo que su lectura debe ser recomendada para cualquier joven con aspiraciones y curiosidad por el mundo, es la del apasionamiento como fuerza motora imparable. Si Pablo Heras-Casado está donde está, es sin lugar a dudas por el entusiasmo inquebrantable y el amor por la música que ha profesado desde adolescente. Si ha tenido suerte, siempre le ha venido cuando llevaba a sus espaldas miles de horas de estudio; si ha sido apoyado por otros directores, ha sido por su fe inexpugnable en su vocación. Pocos casos más claros en los que se convierte en certeza absoluta la frase del presocrático Heráclito “El carácter del hombre es su destino”.
por Jerónimo Marín