(Madrid - Naves del Matadero)
Estrenado en París en 2013 con motivo de la celebración del centenario del estreno de la partitura, la propuesta La consagración de la primavera - una ilustración incidental, supone un espléndido diálogo entre la música de Stravinsky y las ilustraciones del dibujante de cómics aragonés Sagar Forniés. En el paradigma eminentemente audiovisual que domina estas primeras décadas del siglo XXI se hacen necesarias intervenciones que formulen declinaciones creativas de un encuentro que siempre parece ganado –de los videojuegos a los espectáculos de la música comercial– por la lógica perversa del capital. Propuestas como ésta suponen una alternativa que, a la vez que pueden estimular la creación de nuevos públicos –ésta era sin duda una inmejorable oportunidad de acceder a la creación stravinskyana para un público infantil y juvenil– sirven para repensar los modos de encuentro entre las artes plásticas y la música.
Uno de los grandes aciertos de esta iniciativa era, precisamente, eludir toda espectacularidad a favor de una resolución técnica en las que la huella manual que el trazado, a la vez sintético y detallado, del dibujante Sagar, era paralela a una proyección contínua muy similar a los panoramas móviles del siglo XIX. Esta suerte de guiño a la arqueología de los media permitía así una recepción reposada, que no anulaba ni se imponía a la dimensión sonora ¡y sin duda también visual, por mucho que el público habitual esté acostumbrado a ello! de una gran orquesta interpretando una obra de la entidad de La consagración de la primavera.
La proyección estaba concebida como un recorrido desde el inicio de la vida en la tierra –evidente en ese sentido la herencia de Fantasía de Disney– hasta el apocalipsis y la catástrofe ecológica derivados de la sobreexplotación humana de los recursos naturales. Una breve imagen final que recuperaba la del inicio apuntaba un ritmo cíclico y, con ello, una mínima esperanza de continuidad. Al frente de la Orquesta del Teatro Real, Nacho de Paz, un director cuya presencia debería ser más frecuente en los escenarios españoles, planteó una versión contundente, de enorme vigor rítmico e inmediatez expresiva, perfectamente planificada y que no se intimidó ante las evidentes dificultades acústicas del espacio sino que, por el contrario, supo aprovecharlas: las sonoridades al borde de la saturación se aliaban con el escenario industrial de las Naves del Matadero para acentuar la singularidad del concierto.
David Cortés Santamarta
Naves del Matadero, Madrid.
La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky.
Ilustración incidental: Sagar.
Orquesta del Teatro Real, Madrid. Dir: Nacho de Paz. 21-10-18.