El Festival Internacional de Música y Danza de Granada, bajo la dirección desde este año de Pablo Heras-Casado, ha apostado por una programación con esencia francesa, aprovechando la coincidencia del doble aniversario del nacimiento de Couperin y la muerte de Debussy. El propio Heras-Casado tomó la batuta por segunda vez en esta edición para dirigir a la Orquesta Ciudad de Granada en el programa con obras de Ravel y Mozart. Además, se interpretó el estreno absoluto de Memoria del rojo de José Mª Sánchez Verdú, encargo del Festival y un claro ejemplo de la apuesta por la nueva música que su director quieren hacer permanente.
Memoria del rojo podría ser definida como una visión actual del alhambrismo sinfónico. Su autor se ha basado en la Alhambra, uno de los lugares más emotivos y envolventes de Granada, para la composición de esta obra; a través del estudio de su arquitectura, de su ornamentación y de su historia el compositor ha querido trasladar a su partitura la esencia misma de “la roja”, de ese palacio-fortaleza que ha presidido el perfil de la ciudad durante más de ochocientos años.
La interpretación de Memoria del rojo requiere por parte de director y orquesta una perfecta comunicación, dado el alto grado de exigencia tanto en matices como en los cambios dinámicos que contribuyen a desarrollar el discurso. En ella Sánchez-Verdú define varios planos sonoros, o “polifonía de velos” en palabras del autor. Las cuerdas, trabajadas desde diversas técnicas interpretativas, son el sustrato sobre el que los vientos van surgiendo, no necesariamente en movimientos melódicos, sino más bien creando atmósferas de gran poder expresivo. Una exquisita tímbrica hace que el discurso creativo evolucione dentro de una semántica coherente, en la cual el culto a los matices, diversos y sutiles en muchos casos, resulta un valor añadido. Los movimientos en dinámica ascendente, magistralmente marcados por Pablo Heras-Casado al frente de la OCG, así como la construcción creciente del discurso desde los más suaves rumores hasta la saturación por adición de instrumentos, las llamadas de atención de los metales o la sutil extinción del sonido al final de la obra son una muestra del mimo y caligrafía etérea de este autor.
La segunda obra del programa fue el Concierto para piano y orquesta en Sol mayor de Maurice Ravel, que contó como solista con el pianista suizo Francesco Piemontesi. Dinámico y optimista, este concierto es un claro ejemplo de cómo el compositor francés volcaba en sus obras aquellos motivos de inspiración que le resultaban más atrayentes. Francesco Piemontesi acometió con seguridad y presencia la parte solista, particularmente entroncada con la rica textura orquestal en su primer movimiento. En el Adagio assai, sin embargo, destacó por el lirismo de su discurso, exigido en la partitura como parte de su discurso evocador, en el que las polirritmias y el juego de acentos le sirvieron para crear un canto natural y delicado de gran belleza. La orquesta de Heras-Casado estuvo calibrada y oportuna para ofrecer las réplicas precisas al discurso del pianista. La agilidad y virtuosismo de Piemontesi se hicieron igualmente evidentes en el brillante Presto final, un movimiento complejo y muy ágil que requiere de orquesta y solista una perfecta sincronización. Francesco Piemontesi, que acudió con tan sólo cuarenta y ocho horas de antelación debido a una anulación de última hora, fue largamente ovacionado, y ofreció fuera de programa “Claro de luna” de la Suite Bergamasque de Claude Debussy.
La segunda parte del concierto incluyó otra obra de Ravel, Le tombeau de Couperin, muy oportunamente traída al programa tanto por el tributo a François Couperan que el autor hizo y ahora se recuerda en el 350 aniversario de su nacimiento, como por ser en cierto modo una obra nacida a la sombra de Claude Debussy, ideólogo del impresionismo musical y de quien se cumple el centenario de su muerte. En su interpretación es necesario destacar el magnífico trabajo de los vientos de la Orquesta Ciudad de Granada, cuya cualidad sonora y calidad tímbrica Heras-Casado supo extraer con maestría. Las cuerdas, bien empastadas y calibradas, dieron la oportuna réplica y sustento a los vientos en todo momento, destacando particularmente al inicio del “Rigaudon” donde, con gracia y equilibrio, fueron dando pie a las intervenciones de otras secciones.
El concierto concluyó con la Sinfonía núm. 31 “París” de Wolfgang Amadeus Mozart, que, aunque fuera de estilo en relación a las tres obras anteriores, sirvió igualmente para recordar que la fascinación por los elementos de la música francesa fueron también un lugar común en el genio de Salzburgo; éste trató de agradar al público parisino cambiando la articulación de las cuerdas y agrandando considerablemente los efectivos orquestales, a tenor de lo acostumbrado en los conciertos espirituales de la capital francesa. Esta circunstancia sirvió a Heras-Casado para, una vez más, manejar a la perfección los efectivos sonoros de la OCG, una orquesta dúctil y con una enorme y singular calidad tímbrica. Desde el ataque inicial de los arcos, muy del gusto francés, la interpretación de cada uno de los tres movimientos de esta sinfonía estuvo marcada por una dinámica oportuna y un perfecto balance en las evolución de los temas principales y los motivos secundarios. De este modo, director y orquesta cerraron brillantemente una velada cargada de sutiles aromas del pasado.
La prolongada ovación del público congregado en el Palacio de Carlos V de la Alhambra persuadió al director para ofrecer junto a la OCG, fuera de programa, una delicada interpretación del preludio al tercer acto de la ópera Carmen de Bizet.
Gonzalo Roldán Herencia
67 FESTIVAL DE GRANADA: ORQUESTA CIUDAD DE GRANADA
Programa: José Mª Sánchez-Verdú, Memoria del rojo; Maurice Ravel, Concierto para piano y orquesta en Sol mayor y Le tombeau de Couperin Wolfgang Amadeus Mozart, Sinfonía núm. 31 en re mayor “Paris” K. 297.
Orquesta Ciudad de Granada
Director: Pablo Heras-Casado
Solista: Francesco Piemontesi (piano)
Fecha y lugar: Palacio de Carlos V, 06 de julio de 2018.
Foto: de José Albornoz