En el filme Prodigiosas, Diane y Audrey Pleynet son dos gemelas francesas, dos extraordinarias pianistas que vieron, en un principio, truncada su carrera por una enfermedad huérfana, es decir, una rara dolencia que no tiene tratamiento. Los directores franceses Fréderic y Valentín Potier (padre e hijo) se pusieron en contacto con ellas con la idea de realizar una película sobre su vida. Recibieron de las músicas más de mil páginas con todos los detalles y anécdotas de su trayectoria para ayudarles a escribir el guión y contaron con su completa implicación durante toda la grabación.
Los directores las convirtieron en las hermanas Vallois para el filme. Es curiosa la continua reivindicación que las jóvenes hacen de su apellido porque nadie lo pronuncia bien: se entiende la reivindicación de las dos “l” como guiño a dos “elles”, ellas en francés. Las dos niñas empezaron a estudiar con su padre en casa hasta que fueron admitidas en una de las mejores escuelas de música, Karlsrube, donde Claire es elegida para ejercer como solista, mientras Jeanne se queda en un segundo plano (expresiva escena donde ella exterioriza toda su ira al estilo Beethoven).
La elección de los diferentes actores es tremendamente acertada, aunque describen personajes algo estereotipados: el padre Serge (Franck Dubosc) tiránico y con un amor torpe, la madre Catherine (Isabelle Carré) ama de casa sumisa que ha renunciado a sus sueños, el profesor de la escuela Klaus Lenhardt (August Wittgenstein) excesivamente exigente que termina teniendo relaciones sexuales con Jeanne sobre el piano. Enseñanza árida como si este concepto tuviera que ir, necesariamente, unido a la música clásica.
Afortunadamente el verdadero peso de la película recae sobre las dos actrices que representan a las hermanas: Claire (Camille Razat) y Jeanne (Melanie Robert). Sin necesidad de ser gemelas, su magnífica actuación expresa, por momentos, el amor, la rivalidad y todas las diferentes emociones con una gran naturalidad y realismo. La dedicación de ambas actrices fue tal que estuvieron estudiando piano durante seis meses antes de empezar a rodar y, posteriormente, se reunieron con las hermanas para aprender su estilo. El resultado fue tan bueno que no siempre fue necesario el concurso de las dobladoras. Además una de las dobladoras era también bailarina y aportó su arte al movimiento de las manos.
La enfermedad que padecían las pianistas consistía en una desmineralización que podía llegar a romper los huesos. En lugar de dejarlo todo crean un nuevo estilo en el que parece que no llegan a tocar el teclado sino que lo pulsan como bailando hasta llegar a sentir las cuerdas que están detrás de las teclas y, para ello, acoplan todas las partituras a la nueva necesidad de sus manos. Estilo que consistía en pensar las notas antes de ejecutarlas, a veces por separado y otras las dos a la vez.
La música vertebra toda la película con el gran acierto de que prevalezcan las composiciones de grandes maestros como Beethoven, Mozart o Rachmaninov, como desarrollo narrativo de los hechos, mientras que la adecuada banda sonora del músico y actor Dan Levy, sin quedar en un segundo plano, acompaña con habilidad todo el desarrollo musical.
La música y la magistral interpretación constituyen la base emocional de la película, expresión de la complicidad y, sobre todo, de la ambición de ambas, ese fuerte deseo que les impide rendirse. Manifestación de ello es el concierto final (Hispanica) magnífico colofón para una prodigiosa película.
Genma Sánchez Mugarra
PRODIGIOSAS, de Frédéric Potier y Valentin Potier
Estreno 16 de abril en cines
Participó en la Sección Mosaico: Panorama Internacional del Festival de Málaga
“Basada en la historia real de las gemelas Pleynet, virtuosas pianistas que se desarrollaron una técnica única en el mundo para hacer frente a su enfermedad”