En 1953 se estrenaba la Rapsodia para viola sola y orquesta del compositor checo Bohuslav Martinu, al parecer, tras el encargo de su amigo y violista, Jascha Veissi. Su colega, tocaba una viola de Gasparo da Sallo de 1540 que, según el mismo compositor, sonaba como la voz humana. Es por ello por lo que la obra se llama rapsodia, que significa canción.
El pasado domingo día 8, dentro de, ciclo, “Descubre...conozcamos los nombres”, la sala sinfónica del Auditorio Nacional acogía a dos jovencísimos músicos que debutaban con la Orquesta Nacional de España: la violista Sara Ferrández y el director Julio García. La obra con la que empezaban era precisamente aquella que compusiera Martinu para su amigo, pero con la particularidad de que la presentaba la estupenda Sofía Martínez Villar, doctora especialista en percepción auditiva. Si bien parece que cuando hablamos de conciertos didácticos nos referimos a aquellos destinados a un público infantil, en el caso del ciclo que ofrece el Nacional, los medios y la forma de hacerlo son, sin lugar a dudas, para todos los públicos. En los conciertos de este tipo, se pretende hacer llegar la música que va a sonar de manera diferente, explicando el contexto, vida y obra de los compositores con ayuda de proyecciones, así como también se interpretan determinados fragmentos de la obra para que el público pueda identificarlos más tarde durante el concierto.
Martínez Villar nos hablaba de las diversas influencias que inspiraron a Martinu a componer esta rapsodia, entre otras Gershwin y su Rhapsody in Blue, Dvorak y su novena sinfonía, la del Nuevo Mundo, y el Kyrie del mismo Dvorak de su misa en re menor. También nos habló de las escalas cíngaras propias del folklore natal del compositor que percibiríamos en la obra, así como los ritmos y armonías que usara Stravinsky en su Consagración.
Sara Ferrández nos sorprendió con un sonido redondo, directo y seguro, que sobresalía por encima de la orquesta. Un bonito gesto por parte de la músico fue el de mirar a sus compañeros de escenario antes de empezar su primera intervención, sonreírles, y ser plenamente consciente, con ese intercambio de miradas, de que la importancia del solista es similar a la de la orquesta que le acompaña, que se trata de hacer un trabajo en equipo, no de subirse a un podio por separado. Ferrández fue capaz de sacar en el sonido de su viola a los personajes que podrían protagonizar una ópera. Realmente escuchamos voces humanas dentro del instrumento. Los caracteres que se escuchaban a través de las cuerdas te contaban, por si solos, una historia y, cada vez que volvía el reconocido tema del primer movimiento, Ferrández lo interpretaba de manera diferente, dándonos algo nuevo que escuchar.
El segundo movimiento comenzó con una melodía de la flauta en registro grave que te llevaba a un ambiente neblinoso y lleno de misterio e incertidumbre que iba transformándose en un paisaje algo más luminoso a través de las armonías y articulaciones que atravesaban la sección de cuerdas.
Tras la cadencia de la viola, que nos supo realmente a poco, percibimos esas melodías del folklore cíngaro de las que nos hablaba la doctora Martínez Villar al principio. La sección de cuerda tocó con legno en compases irregulares que creaban un dinamismo y una inestabilidad propios del periodo que quizá el compositor hubiera querido plasmar en la obra: el de dos de las guerras más cruentas de nuestra Historia. La obra terminaba con la caja en un pianissimo, como un caminar de marcha, siempre hacia adelante, en un atisbo de esperanza en el futuro.
Como los aplausos tras la obra así lo pedían, la violista nos regaló un bis que dedicó a su padre, cellista de la orquesta, por su cumpleaños, y que fue la Courante de la primera suite de Bach. La interpretación volvió a desatar aplausos y vítores del público, ya que Sara Ferrández fue capaz, y es quizá lo que más destacaría de su música, de llevar el sonido de la viola desde un pianissimo delicado y puntillista a un fuerte lleno y poderoso sin que se dejara de apreciar la importancia que le daba a cada una de las notas.
Tras la primera parte del concierto, Sofía Martínez Villar volvió a salir a escena para explicarnos la obra que se tocaría en el tiempo que quedaba, la primera sinfonía de Mendelssohn. Nos contó que Mendelssohn fue el compositor que más se interpretó en la pandemia, algo que pondría de los nervios a Wagner, que al parecer criticaba del músico su poca madurez compositiva y la excesiva dulzura de sus obras. Esta sinfonía tiene influencias de la ópera italiana y del tópico musical de aquella época, que inició Beethoven con la famosa rítmica con la que da comienzo su quinta sinfonía. Aunque hay varias teorías, la que parece más convincente es la que explica los ritmos que escribió Beethoven en la inspiración que encontró el compositor en el canto del escribano cerillo. Y aun sin poder afirmarlo con seguridad, si podemos decir que, al menos en el ejemplo que nos mostró Martínez Villar, se apreciaba el mismo patrón en el canto del ave que en la obra del músico.
En el primer movimiento la orquesta sonó arrebatada, con un sonido grueso y potente. Julio García se movía con energía, llevando los brazos con ese arrebatamiento que también sonaba en la música. La cuerda iba especialmente junta, definida, desarrollando las diferentes voces de forma clara y transparente para que nos llegaran con total claridad. El tópico del destino (el rimo de Beethoven) se escuchó en la forma Rondó del tercer movimiento, en el timbal. Una intervención sutil, pero de la que fuimos plenamente conscientes gracias a las explicaciones previas.
El cuarto movimiento fue un allegro con fuoco en el que hay que hacer mención especial al concertino, que guiaba no solo a su sección, sino a toda la cuerda con una energía descomunal teniendo en cuenta que estábamos ya en el final del concierto. Otro momento a destacar fue el del viento madera en uno de los momentos de contrapunto entre flauta y clarinete con la sección de cuerdas en pizzicato. La precisión, tanto en afinación como en ritmo e intención de los músicos, fue realmente destacable.
“Descubre... conozcamos los nombres” es un ciclo necesario dentro del panorama musical nacional de nuestro país. Es una suerte poder disfrutar de este tipo de conciertos en Madrid, si bien es cierto que sería estupendo que esta clase de didactismo musical estuviera menos centralizado y pudieran acceder a él muchas más personas que, desde luego al hacerlo, entrarían con mucho menos reparo en un auditorio.
Alicia Población
“Descubre... conozcamos los nombres”
Sara Ferrández, viola
Orquesta Nacional de España / Julio García Vico.
Sofía Martínez Villar, presentadora
Auditorio Nacional