Hoy, 26 de marzo de 2020 se cumplen 193 años del fallecimiento de Beethoven, y celebramos esta efeméride compartiendo la colaboración que el pianista Eduardo Fernández escribió en RITMO de enero de 2020 (publicado solo en papel).
Beethoven y yo
por Eduardo Fernández
16 de diciembre de 2019. Acabo de finalizar mi recital en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, con tres Sonatas de Beethoven en el menú, dentro del ciclo Beethoven Actual del CNDM, maridadas con dos Estudios de Ligeti y Estudio para Uracilo de Ramón Paús. Justo hoy, presuntamente, Beethoven cumple 249 años y tengo el honor de abrir esta sección que, mes a mes, continuarán otros colegas míos durante todo el año, dando buena cuenta de lo que supone la figura de Beethoven en nuestras vidas y lo que habrá supuesto su 250 aniversario en la programación de todas las salas del mundo.
No voy a entrar a discutir quién es el mayor compositor de todos los tiempos, pero creo que es irrefutable que corresponde a Beethoven ocupar el lugar de causante de la mayor evolución de la historia de la música.
Beethoven se encuentra a finales del siglo XVIII una sociedad aprehendida en la idea kantiana de que la música instrumental es un mero placer vacío de conceptos. Kant defiende en su Crítica del juicio que la música instrumental es un arte abstracto de efecto transitorio que, al no tener texto, carece de contenido y conceptos, por lo que únicamente se dirige a los sentidos, pero no a la razón, considerándola inferior a la música vocal.
Sin embargo, E.T.A. Hoffmann, en 1810, en su reseña de la Quinta de Beethoven, afirma que con Beethoven la música instrumental es la más alta de todas las artes, pues mostraba a los oyentes un mundo que nada tenía que ver con los sentidos: el maravilloso reino de lo infinito. Hoffmann nos presenta la música de Beethoven como un medio de conocimiento y como la clave del cambio en la concepción musical: de la idea ilustrada de música como lenguaje a la idea romántica de música como dogma y guiada por principios filosóficos.
Y es este cambio en el concepto de obra musical el aspecto que más me apasiona, no sólo de Beethoven, sino de todo el mundo musical posterior a él. El trasfondo que esconden los pentagramas, el mensaje verdadero que un compositor pretende transmitir, el universo interno que cada compositor nos abre… Ese es el mayor legado de Beethoven.
Siempre he considerado que uno no puede comprender una Sonata de Beethoven si no ha trabajado las anteriores. Y, honestamente, con el tiempo te vas dando cuenta de que no es únicamente esto. No es hasta que uno ha indagado tanto en la figura de Beethoven, en lo infinito de su mensaje, cuando has tocado tanto Beethoven que su icónico motivo de cuatro notas pasa a ser tu propio latido, ese latido que podría ser lo único que alcanzase a sentir oír Beethoven, en todas sus fórmulas, en todas sus velocidades e intensidades, en ese instante es cuando puedes comenzar a entender los términos justos adecuados que podrían rondar por su mente. Ni más ni menos. Ese complejo equilibrio. Y es por ello que no todo Beethoven hoy en día es Beethoven. Es uno de los compositores más programados, sí, pero también de los más y peor manipulados. Es muy complicado para un intérprete postrarse humildemente detrás de la percepción del compositor, contrastando opinión propia y respeto por lo que originariamente quiso reflejar, y en el caso de Beethoven la sombra es más alargada.
Esta búsqueda de la veracidad y del equilibrio concienzudo, que solamente se consiguen como fruto de madurez e infatigable trabajo, me ha llevado a la programación sistemática de Beethoven en conciertos. Y en los últimos tiempos también me ha aproximado al apasionante mundo de los instrumentos originales. ¿Cómo sonaba la música de Beethoven en el instrumento que él tenía? Son dos mundos diferentes, pero complementarios, al menos para mí. Reflexionar sobre cómo sonaba Beethoven en el instrumento que tenía debería conducirnos al menos, a mi juicio, a la respuesta más primordial para un intérprete actual: la que debe encontrarse en ¿cómo no debería sonar Beethoven en un instrumento actual?
Desde que con siete años tocase mi primera Sonata para piano de Beethoven, he trabajado veinticuatro de las treinta y dos Sonatas para piano, los cinco Conciertos, las diez Sonatas para violín y piano, las cinco Sonatas para cello y piano, la Sonata para trompa y piano, varios Tríos, el Quinteto para piano y viento, varias Sinfonías en las transcripciones que realizó Liszt para piano (con el deseo de que algún día quizá llegue el momento de dirigirlas), numerosas Fantasías y Variaciones de otros autores sobre música de Beethoven… pero, parafraseando a Hoffmann, el maravilloso reino de Beethoven es infinito. ¡Feliz cumpleaños!
Eduardo Fernández es pianista
www.eduardo-fernandez.com
Foto: Eduardo Fernández en la oscuridad de una vacía Sala de Cámara del Auditorio Nacional, ensayando en los pianofortes Broadwood para su recital en torno a Beethoven.
A: © CSIPM-UAM